La Muerte: Una Gran Aventura

 

Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

 

(Alice A. Bailey)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Resumen de una declaración hecha por el Tibetano

 

Publicada en agosto de 1934

 

Solamente diré que soy un discípulo tibetano de cier­to grado; esto puede significar muy poco para ustedes, porque todos son discípulos, desde el aspirante más hu­milde hasta más allá del Cristo Mismo. Tengo cuerpo físico lo mismo que todos los hombres; resido en los confines del Tíbet, y a veces (desde el punto de vista exotérico), cuando me lo permiten mis obligaciones, pre­sido un grupo numeroso de Lamas tibetanos. A esto se debe la difusión de que soy un abad de ese Monasterio Lamásico. Aquellos que están asociados conmigo en el trabajo de la Jerarquía (todos los verdaderos discípulos están unidos en este trabajo), me conocen también con otro nombre y cargo. A.A.B. conoce dos de mis nom­bres.

 

Soy un hermano que ha andado un poco más por el sendero y, por consiguiente, tengo más responsabilida­des que el estudiante común. He luchado y he abierto un camino hacia la luz y logré mayor cantidad de luz que el aspirante común que leerá este artículo, por lo tanto, tengo que actuar como transmisor de luz, cueste lo que costare. No soy un hombre viejo con respecto a lo que la edad puede significar en un instructor, y tampoco soy joven e inexperto. Mi trabajo consiste en enseñar y difundir el conocimiento de la Sabiduría Eterna donde­quiera que encuentre respuesta, y esto lo he estado haciendo durante muchos años. Trato también de ayudar a los Maestros M. y K. H. en todo momento, porque estoy relacionado con Ellos y Su trabajo. Lo expuesto hasta aquí encierra mucho, pero tampoco les digo nada que pueda inducirles a ofrecerme esa ciega obediencia y ton­ta devoción que el aspirante emocional brinda al Gurú o Maestro, con el cual aún no está en condiciones de tomar contacto, ni puede lograrlo hasta tanto no haya transmutado la devoción emocional en desinteresado ser­vicio a la humanidad, no al Maestro.

 

No espero que sean aceptados los libros que he escri­to. Pueden o no ser exactos, correctos y útiles. El lector puede comprobar su verdad mediante la práctica y el ejercicio de la intuición. Ni A.A.B. ni yo, tenemos inte­rés en que se los considere como que han sido inspira­dos, tampoco que se diga misteriosamente que son el trabajo de uno de los Maestros.

 

Si estos libros presentan la verdad de tal manera que pueda considerarse como la continuación de las ense­ñanzas impartidas en el mundo, y si la instrucción su­ministrada eleva la aspiración y la voluntad de servir desde el plano de las emociones al plano mental (el pla­no donde se encuentran los maestros), entonces estos libros habrán cumplido con su propósito. Si la enseñan­za impartida encuentra eco en la mente iluminada del trabajador mundial, y si despierta su intuición, entonces acéptense tales enseñanzas.

 

Si estas afirmaciones son comprobadas oportunamen­te y consideradas como verdaderas bajo la prueba de la Ley de Correspondencia, muy bien, pero si esto no es así, no se acepte lo expuesto.

 

 

 

 

 

 

 

 


libros de referencia

 

 

por el Maestro Tibetano

(Djwhal Khul)

 

 

dictados a Alice A. Bailey

 

 

Libro

Ref.

Nro.     Título                                                                          Edición

 

            1          Iniciación Humana y Solar                                          1986
            2          Cartas sobre Meditación Ocultista                  1977
            3          Tratado sobre Fuego Cósmico                                   1983
            4          Tratado sobre Magia Blanca                           1985
            5          El Discipulado en la Nueva Era -Tomo I                      1969
            6          El Discipulado en la Nueva Era -Tomo II                     1970
            7          Los Problemas de la Humanidad                                1976
            8          La Reaparición de Cristo                                            1979
            9          El Destino de las Naciones                                         1980
            10        Espejismo (Glamour): un Problema Mundial   1977
            11        Telepatía y el Vehículo Etérico                                    1982
            12        La Educación en la Nueva Era                        1974
            13        La Exteriorización de la Jerarquía                              1968
                        Tratado sobre los Siete Rayos:

            14        Tomo I: Psicología Esotérica I                        1980
            15        Tomo II: Psicología Esotérica II                                   1974
            16        Tomo III: Astrología Esotérica                         1982
            17        Tomo IV: La Curación Esotérica                                 1978
            18        Tomo V: Los Rayos y las Iniciaciones             1981

 

 

 

 

 

 

 

La Gran Invocación

 

 

Desde el punto de Luz en la Mente de Dios,

Que afluya luz a las mentes de los hombres,

Que la Luz descienda a la Tierra.

 

Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios,

Que afluya amor a los corazones de los hombres,

Que Cristo retorne a la Tierra.

 

Desde el centro donde la voluntad de Dios es conocida,

Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres.

El propósito que los Maestros conocen y sirven.

 

Desde el centro que llamamos la raza de los hombres,

Que se realice el Plan de Amor y de Luz

Y selle la puerta donde se halla el mal.

 

Que la Luz, el Amor y el Poder, restablezcan el Plan en la Tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta Invocación no es propiedad de ningún individuo o grupo especial. Pertenece a la humanidad.

 

La belleza y la fuerza de esta Invocación reside en su sencillez y en que expresa ciertas verdades esenciales que todos los seres humanos aceptan innata y normalmente: la verdad de la existencia de una Inteligencia básica a la que vagamente damos el nombre de Dios; la verdad de que detrás de las apariencias externas, el Amor es el poder motivador del Universo; la verdad de que vino a la tierra una gran Individualidad llamada Cristo por los cristianos, que encarnó ese Amor para que pu­diéramos comprenderlo; la verdad de que el Amor y la Inteligencia son consecuencia de la Voluntad de Dios, y finalmente de que el Plan Divino sólo puede desarrollar­se a través de la humanidad misma.

 

Alice A. Bailey

 

 

 

 

 


“El reinado del temor a la muerte casi ha termi­nado, y entraremos pronto en un periodo de conocimiento y seguridad, que socavará la base de todos nuestros temores. Respecto al temor a la muerte, poco puede hacerse, excepto elevar el tema a un nivel más científico y, -en este sen­tido científico- enseñar a las personas a morir. Existe una técnica de morir, así como existe una de vivir, pero se ha perdido en gran parte en Occidente y casi en Oriente, excepto en algunas agrupaciones de Oriente formadas por Conoce­dores. Quizá consideremos esto más adelante, y la idea de encarar este tema puede permanecer en la mente de los estudiantes que lo leen, y pro­bablemente al estudiar, leer y pensar, quizás ob­tengan material de interés para ser recopilado y publicado”.

 

Tratado sobre Magia Blanca

Alice A. Bailey

 


“Ten presente, Oh Chela, que en las esferas conocidas, la luz sólo responde a la PALABRA. Sabe que esta luz desciende y se concentra, sabe que desde su punto de enfoque escogido ilumina su propia esfera; sabe también que la luz asciende y deja en la oscuridad aquello que, en tiempo y espacio, ha iluminado. A este des­censo y ascenso los hombres le llaman vida, conciencia y muerte; a esto Nosotros, que hollamos el Camino iluminado, le llamamos muerte, ex­periencia y vida”.

 

La Curación Esotérica, pág. 344

(Tratado sobre los Siete Rayos, Tomo IV)


PROLOGO

 

I.                 Nuestro presente ciclo es el fin de la era; los pró­ximos doscientos años verán la abolición de la muerte, tal como ahora comprendemos esa gran transición, y el establecimiento de la realidad de la existencia del alma. (14-97)

 

II.               Nuestras ideas sobre la muerte han sido erróneas. Hemos considerado a la muerte como terrible final, pero en realidad es la gran evasión, la en­trada en una más plena actividad, y la liberación de la vida desde el vehículo cristalizado y la for­ma inadecuada. (19-48)

 

III.              ¿Por qué no aceptan la Transición? Aprendan a glorificarse en la experiencia que otorga el don de la sabia edad avanzada, y estén a la expecta­tiva de la Gran Aventura que los enfrenta. En sus momentos más elevados saben que esa Tran­sición significa la realización, sin verse limitados por el plano físico. (6-594)

 

IV.             La enfermedad y la muerte son condiciones esen­cialmente inherentes a la sustancia, y así como el hombre se identifica con el aspecto forma, así también será condicionado por la Ley de Disolu­ción. Esta ley, fundamental y natural, rige la vida de la forma en todos los reinos de la naturaleza. (17-368)

 

V.              Existe una técnica de morir, así como existe una de vivir. . . (4-220)

 

VI.             ... (Las personas) no relacionan la muerte con el sueño. Después de todo, la muerte es sólo un intervalo más extenso en la vida de acción en el plano físico; nos vamos “al exterior” por un periodo más largo. (4-359)

 

VII.           . . . la muerte puede ser mejor considerada como la experiencia que nos libera de la ilusión de la forma... (22-246)

 

VIII.         ... la muerte es sólo un intervalo en una vida de progresiva acumulación de experiencia.., indica una transición definida de un estado de conciencia a otro. (22-245)

 

IX.             La muerte llega al individuo, en el sentido común del término, cuando desaparece del cuerpo físico la voluntad de vivir y es reemplazada por la voluntad de abstracción. A esto lo denominamos muerte. (18-144)

 

X.               A medida que la humanidad va siendo consciente del alma.., la muerte será considerada como un proceso “por mandato”, llevado a cabo con plena conciencia y comprensión del propósito cíclico. (17-321)

 

XI.             . . . El Trabajo de Restitución . . . El Arte de Elimi­nación . . . Los Procesos de Integración ... Estos tres procesos constituyen la muerte. (17-292)

 

XII.           La muerte es un acto de la intuición, transmitido por el alma a la personalidad y que luego, de acuerdo con la voluntad divina, lo lleva a cabo la voluntad individual. (16-444)

 

XIII.          Entonces es emitida una Palabra. El descendente punto de luz asciende, respondiendo a la apenas perceptible nota de llamada, atraído a su fuente de donde emanó. A esto el hombre le llama muer­te y el alma le llama vida. (17-345)

 

XIV.         Resurrección es la nota clave de la naturaleza, pero no la muerte. La muerte es la antecámara de la Resurrección. (13-389)

 

 


 

 

 

 

 

 

 

PARTE I

 

 

Nuestro presente ciclo es el fin de la era; los próximos doscientos años verán la abolición de la muerte, tal como ahora comprendemos esa gran transición, y el establecimiento de la realidad de la existencia del alma. (14-97)

 

 

 


PARTE  I

 

 

(1) El alma será conocida como un ente y como impulso motivador y centro espiritual que está detrás de las formas manifestadas. Dentro de pocas décadas serán corroboradas ciertas grandes creencias. El trabajo del Cristo y su principal misión hace dos mil años, fue demostrar las posibilidades y poderes divinos latentes en todo ser humano. La proclamación que hizo, de que todos somos hijos de Dios y tenemos un Padre Universal, será considerada, en el futuro, no como un enunciado hermoso, místico y simbólico, sino que será juzgado como un pronunciamiento científico. Nuestra hermandad universal y nuestra esencial inmortalidad serán demostradas y comprendidas como hechos reales de la naturaleza.  (14-97)

 

(2) Se necesita valor para enfrentar la realidad de la muerte, y para formular en forma muy definida nuestras creencias sobre el tema... La muerte es el único hecho que podemos predecir con absoluta seguridad y, sin embargo, la mayoría de los seres humanos se rehusa a considerarlo, hasta que lo enfrenta de modo inminente y personal.

 

Las personas enfrentan la muerte de muy diversas maneras; algunas con un sentimiento de autocompasión, se hallan tan preocupadas por lo que dejan, por lo que termina para ellas, por el hecho de abandonar todo lo que acumularon en la vida, que el verdadero significado del futuro inevitable no les llama la atención. Otras la enfrentan con valor y encaran lo inevitable, miran la muerte con osadía, porque no pueden hacer nada más. Su orgullo los ayuda a salir al paso del acontecimiento. Aún otros rehusan considerar en absoluto esa posibili­dad. Se autohipnotizan hasta llegar a un estado donde el pensamiento de la muerte es rechazado por la concien­cia, que no lo considera posible, de modo que cuando llega, los toma de sorpresa; están inermes y lo único que pueden hacer es sencillamente morir. La actitud cris­tiana, por lo general, es más precisa en su aceptación de la voluntad de Dios, adoptando la resolución de con­siderar el acontecimiento como lo mejor que pudiera ocurrir, aun cuando no lo parezca desde el ángulo del medio ambiente y las circunstancias. La firme creencia en Dios y Su propósito predestinado para el individuo, lleva a pasar triunfalmente por los portales de la muer­te, pero si se les dijera que ésta es simplemente otra forma del fatalismo del pensador oriental, y una creen­cia fija en un destino inalterable, lo considerarían falso. Los que así piensan se escudan tras el nombre de Dios.

 

Sin embargo, la muerte puede ser más que todas esas cosas y enfrentada de distintas maneras. Puede tener cabida definida en la vida y en el pensamiento, y pode­mos prepararnos para ella como algo inevitable, pero simplemente es el Originador de cambios. De este modo haremos del proceso de la muerte una parte planeada de todo nuestro propósito de vida. Podemos vivir tenien­do conciencia de la inmortalidad, lo que agregará colo­rido y belleza a nuestra vida; podemos fomentar la con­ciencia de nuestra futura transición y vivir con la espe­ranza de su prodigio. La muerte así encarada, conside­rada como un preludio para una ulterior experiencia viviente, cobra un significado distinto. Se transforma en experiencia mística, una forma de iniciación, que alcanza el punto culminante en la crucifixión. Todas las anterio­res renunciaciones menores nos preparan para la gran renunciación; todas las anteriores muertes sólo son el preludio del estupendo episodio de morir. La muerte nos trae la liberación temporaria de la naturaleza corporal, de la existencia en el plano físico y de la experiencia visible, que quizás con el tiempo será permanente. Cons­tituirá la liberación de toda limitación, y aunque crea­mos (como lo hacen millones de seres) que la muerte es sólo un intervalo en una vida de progresiva acumula­ción de experiencia, o el fin de toda experiencia (como sostienen otros tantos millones), no puede negarse el hecho de que la muerte indica una transición definida de un estado de conciencia a otro. (22-243/5)

 

(3) Los estudiantes de religión estudiarán la manifes­tación de lo que llamamos “aspecto vida”, así como el científico estudia el llamado aspecto “materia”; ambos llegarán a comprender la estrecha relación que existe entre estos dos aspectos, con lo cual se llenará el anti­guo vacío y cesará temporariamente la lucha entre la ciencia y la religión. Se pondrán en práctica métodos precisos para demostrar que la vida persiste después de la muerte del cuerpo físico, y la trama etérica será reconocida como factor operante. (3-360)

 

(4) El primer paso para sustanciar la realidad de la existencia del alma es establecer la supervivencia, aun­que esto no probará necesariamente la inmortalidad. Sin embargo, puede considerarse como un paso dado en la correcta dirección. Se está comprobando constante­mente que algo sobrevive al proceso de la muerte y persiste después de la desintegración del cuerpo físico. Si esto no es verdad, entonces somos víctimas de una alu­cinación colectiva, y engañan y mienten y están enfer­mos y pervertidos los cerebros y las mentes de miles de personas. Tal gigantesca locura colectiva es más di­fícil de creer que la alternativa de una expansión de conciencia. Sin embargo, el desarrollo que sigue la línea síquica no probará la existencia del alma. Sólo sirve para destruir la posición materialista. (14-99)

 

(5) El problema de la muerte, es innecesario decirlo, se funda en el amor a la vida, el instinto más arraigado de la naturaleza humana. La ciencia reconoce que nada se pierde de acuerdo a la ley divina; la eterna supervi­vencia, de un modo u otro, es considerada universalmen­te como una verdad. De todo el cúmulo de teorías se han extraído y propuesto tres soluciones principales, muy conocidas por las personas reflexivas, y son:

 

1.                         La solución estrictamente materialista afirma que la experiencia y la expresión de la vida consciente con­tinúan mientras la forma física tangible existe y per­siste, pero también enseña que después de la muerte y la consiguiente desintegración del cuerpo, ya no existe una persona consciente, activa y autoidentifi­cada. El sentido del Yo, la percepción de la persona­lidad, en contraposición con las otras personalidades, se desvanece al desaparecer la forma; creen que la personalidad sólo es la suma total de la conciencia de las células del cuerpo. Esta teoría relega al hom­bre al mismo estado de cualquiera de las formas de los otros tres reinos de la naturaleza; está basada en la insensibilidad del ser humano común hacia la vida, fuera de un vehículo tangible; ignora toda evidencia contraría y explica que como no podemos ver (visualmente) y comprobar (tangiblemente) la persistencia del Yo o la inmortal entidad después de la muerte, ella no existe. Muchos ya no sostienen esta teoría como en años anteriores, particularmente durante la materialista Era Victoriana.

 

2.                         La teoría de la inmortalidad condicional. Esta teoría es sostenida aún por ciertas escuelas fundamentalis­tas de pensamiento, teológicamente estrechas, y tam­bién unos cuantos intelectuales principalmente de tendencia egotista. Afirma que sólo quienes obtienen una etapa particular de percepción espiritual o acep­tan un conjunto peculiar de  pronunciamientos teoló­gicos pueden recibir el don de la inmortalidad personal. Los altamente intelectuales también arguyen que a quienes poseen una mente desarrollada y cul­tivada, don culminante para la humanidad, análoga­mente se les otorga la eterna supervivencia. Una escuela rechaza a aquellos que consideran espiritual­mente recalcitrantes o negativos a la imposición de su verdad teológica particular, lo cual los condena a un total aniquilamiento como en la solución materia­lista, o a un eterno castigo, que al mismo tiempo abo­ga por una especie de inmortalidad. Debido a la inna­ta bondad del corazón humano, muy pocos son venga­tivos o suficientemente irreflexivos para considerar aceptable esta presentación; por supuesto, entre ellos, debemos clasificar las personas irreflexivas que eva­den la responsabilidad mental, aceptando ciegamente los pronunciamientos teológicos. La interpretación cristiana, dada por las escuelas ortodoxas y funda­mentalistas, prueba ser falsa cuando es sometida a un claro razonamiento; entre los argumentos que nie­gan su veracidad reside el hecho de que el cristianis­mo proclama un largo futuro pero ningún pasado; siendo asimismo un futuro que depende totalmente de las acciones del actual episodio de vida y de nin­guna manera explica las distinciones y diferencias que caracterizan a la humanidad. Esto sólo tiene asidero en la teoría de una Deidad antropomórfica, cuya vo­luntad -en su actuación práctica- sólo presenta aquello que no tiene pasado sino únicamente futuro; reconocen ampliamente la injusticia de esto, pero dicen que la inescrutable voluntad de Dios no debe ser puesta en duda. Millones de personas sostienen esta creencia, pero no tan fuertemente como lo hacían cien años atrás.

 

3.                         La teoría de la reencarnación, tan familiar para to­dos mis lectores, está llegando a ser crecientemen­te popular en Occidente; siempre fue aceptada en Oriente (aunque con muchas adiciones e interpre­taciones tontas). Dicha enseñanza ha sido tan dis­torsionada como las enseñanzas de Cristo, Buda o Shri Krishna, por sus teólogos de mente estrecha y limitada. Los básicos fundamentos de un origen espiritual, de un descenso a la materia, de un as­censo por medio de las constantes encarnaciones en la forma, hasta que esas formas sean expresiones perfectas de la conciencia espiritual que mora inter­namente, y de una serie de iniciaciones, al finalizar el ciclo de encarnación, están siendo más rápidamente aceptados y reconocidos como nunca lo fue­ron.

 

Tales son las principales soluciones a los problemas de la inmortalidad y de la supervivencia del alma hu­mana; que aspiran responder a la eterna pregunta del corazón humano respecto a cuándo, por qué, dónde y adónde. (17-296/8)

 

(6) Dentro de los próximos años la realidad de la supervivencia y de la eternidad de la existencia, habrán dejado de ser una incógnita para convertirse en una convicción. No quedarán dudas de que el hombre al abandonar el cuerpo físico continúe siendo una entidad viviente y consciente. Se sabrá que continúa su existen­cia en un mundo más allá del físico y que vive, está despierto y es consciente. Esto se comprobará de diver­sas maneras, por:

 

a.                                             El desarrollo de un poder dentro del ojo físico del ser humano que.., revelará el cuerpo etérico... y se verá que los hombres ocupan ese cuerpo.

 

b.                                             El creciente número de personas que tienen el po­der de emplear... “el tercer ojo”..., que ha des­pertado nuevamente, demostrará la inmortalidad... porque verá fácilmente al hombre que ha abandonado sus cuerpos etérico y físico.

 

c.                                             Un descubrimiento, en el campo de la fotografía, comprobará la supervivencia.

 

d.                                             Por medio de la radio, con el tiempo se establecerá comunicación con aquellos que han pasado al más allá, y esto se convertirá en una verdadera ciencia.

 

e.                                             El hombre será sensibilizado a tal grado de per­cepción y contacto, que le permitirá ver a través de las cosas y revelará la naturaleza de la cuarta dimensión, y fusionará en un nuevo mundo los mundos subjetivo y objetivo. La muerte ya no ins­pirará terror y desaparecerá el temor particular que provoca. (17-304/5)

 

(7) Resultará evidente que cuando la humanidad lo­gre esta perspectiva sobre la muerte y el arte de morir, toda la actitud de la raza humana sufrirá un benéfico cambio. Esto irá a la par, a medida que el tiempo trans­curre, de una sensibilidad humana en los niveles tele­páticos; los hombres serán cada vez más inteligentes y la humanidad se enfocará acrecentadamente en los niveles mentales. Esta sensibilidad telepática será un fenómeno común y corriente, siendo el espiritismo ac­tual una garantía de ello, aunque la seria distorsión exis­tente se basa en gran parte en los ansiosos deseos de la humanidad, pero contiene muy poca telepatía verda­dera. Actualmente la telepatía que existe entre el mé­dium (esté o no en trance) y el pariente o amigo desaparecido, no existe entre aquel que ha experimentado la liberación de la muerte y el que todavía se halla en la forma. Esto debe tenerse siempre presente. Mientras tanto, donde la mente no es normalmente telepática, puede haber (aunque muy raras veces) la interposición de una mediumnidad, basada en la clarividencia y clariaudiencia, pero no en el trance. Aún así esto precisará establecer un contacto totalmente astral por medio de un tercero, y estará basado en el espejismo y el error. No obstante será un paso adelante para las actuales se­siones mediumnímicas, que simplemente ignoran al muerto, respondiendo solamente al interesado lo que el médium lee en su aura. Los recuerdos de la apariencia personal, las reminiscencias significativas acumuladas en la conciencia del que pregunta, y la vana ilusión de pedir consejos, pues cree que porque ha fallecido es más inteligente que antes. Cuando el médium a veces logra establecer una verdadera comunicación, se debe a que el solicitante y la persona fallecida son tipos men­tales, por lo tanto se establece una verdadera sensibili­dad telepática entre ellos, la cual es captada por el mé­dium.

 

La raza va progresando, desarrollándose y haciéndose cada vez más mental. La relación entre los muertos y los vivos debe y deberá existir en los niveles mentales, antes de los procesos de integración; la verdadera in­terrupción de la comunicación se producirá cuando el alma humana esté reabsorbida en la superalma, antes de volver a encarnar. La realidad de que se establece comunicación hasta ese momento, destruirá completa­mente el temor a la muerte. En el caso de los discípulos que trabajará en el Ashrama de un Maestro, este proceso de integración no constituirá siquiera una barrera. (17-293)

 

(8) Veremos así emerger gradualmente en el mundo un gran grupo de síquicos entrenados cuyos poderes son comprendidos, actuando en el plano astral con tan­ta inteligencia como cuando lo hacen en el plano físico, y preparándose para expresar los poderes síquicos su­periores, percepción y telepatía espirituales. Estas per­sonas constituirán oportunamente un grupo de almas vinculadoras, mediando entre los que no pueden ver ni oír en el plano astral, por ser prisioneros del cuerpo físico, y los que son igualmente prisioneros del plano as­tral, por carecer del mecanismo físico de respuesta.

 

Por lo tanto, la gran necesidad no es de que cesemos de consultar y entrenar a nuestros psíquicos y médium, sino de que los entrenemos correctamente y los prote­jamos inteligentemente, vinculando así, por su interme­dio, los dos mundos, el físico y el astral. (13-18/9)

 

(9) A medida que pasa el tiempo y antes de finalizar el próximo siglo, se comprobará que la muerte no existe tal como se la comprende ahora. La continuidad de con­ciencia será tan ampliamente desarrollada y tantos hom­bres de tipo elevado actuarán simultáneamente en am­bos mundos, que el antiguo temor desaparecerá y el in­tercambio entre el plano astral y el físico estará firme­mente establecido y científicamente controlado, llegan­do a su fin, felizmente, la actuación de los médium de trance. (4-219)

 

(10) Quisiera señalar además, que la mediumnidad de trance, tal como se la llama, debe ser inevitablemente re­emplazada por esa mediumnidad del hombre o la mujer clarividente o clariaudiente en el plano astral y que, por lo tanto, en plena conciencia vigílica y con el cerebro físico alerta y activo, puede ofrecerse como intermedia­rio entre los hombres que poseen cuerpos en el plano físico (y, por lo tanto, son ciegos y sordos en niveles sutiles) y quienes han descartado sus cuerpos, y están impedidos de toda comunicación física. Este tipo de sí­quico puede comunicarse con ambos grupos, y su valor y utilidad como médium está más allá de todo cálculo cuando tiene una mente centrada o altruista, pura y dedicada al servicio. Pero en el entrenamiento al que se sometan deberán evitar los actuales métodos negativos y, en vez de “tratar de desarrollar la mediumnidad” en un silencio vacuo y expectante, deben esforzarse por actuar positivamente como almas, y permanecer cons­ciente e inteligentemente en posesión del mecanismo inferior de sus cuerpos; además deben saber qué centro de ese cuerpo emplean mientras trabajan síquicamente, y aprender a observar, como almas, el mundo de ilusión en el cual emprenden el trabajo; desde su posición ele­vada y pura deben ver con nitidez, oír con claridad e in­formar con exactitud, y de este modo servir a su era y generación, haciendo del plano astral un lugar bien conocido de actividad familiar y acostumbrando al gé­nero humano a llevar una existencia donde sus seme­jantes experimenten, vivan y sigan el sendero. (13.16/7)

 

(11) En la venidera era acuariana la humanidad esta­blecerá una cultura sensible a los valores espirituales más sutiles y superiores, más una civilización libre de espe­jismo y de gran parte de la ilusión que hoy cobra a los pueblos arios, y traerá una vida racial que será incorpo­rada por esas formas que eliminarán la brecha que existe en la actualidad, libre de lo que ahora conocemos como enfermedad del peor tipo, aunque prevalecerán, lógicamente, la muerte y ciertos tipos de desintegración cor­poral que pueden conducir eventualmente a la muerte. El vencimiento de la muerte no se produce por la elimi­nación de los males corporales, sino estableciendo esa continuidad de conciencia que conduce del plano físico de la vida, a la existencia subjetiva interna. Grupos como el tercero pueden ser los custodios de este estado del ser, siendo su problema, por lo tanto, desarrollar esa continuidad de conciencia que abrirá las “puertas a la vida y disipará el temor a lo cono­cido que desaparece”. (13.42/3)

 


 

 

 

 

 

PARTE II

 

 

Nuestras ideas sobre la muerte han sido erróneas. Hemos considerado a la muerte como un horrible final, pero en realidad es la gran evasión, la entrada en una más plena actividad, y la liberación de la vida desde el vehículo cristalizado y la forma inadecuada. (19-48)

 


PARTE II

 

 

(1) Nuestro tema será ahora, la liberación de la naturaleza corporal por el proceso de la muerte...

 

Ante todo trataremos de definir este misterioso proceso al cual están sujetas todas las formas, y que frecuentemente sólo constituye el fin temido, temido por no ser comprendido. La mente del hombre está tan poco desarrollada que el temor a lo desconocido, el terror a lo no familiar y el apego a la forma, han provocado una situación en la que uno de los acontecimientos más benéficos en el ciclo de vida de un encarnado Hijo de Dios, es visto como algo que debe ser evitado y postergado el mayor tiempo posible.

 

La muerte, si sólo pudiéramos comprenderlo, es una de las actividades que más hemos practicado. Hemos muerto muchas veces y moriremos muchas más. Muerte es, esencialmente, cuestión de conciencia. En cierto momento estamos conscientes en el plano físico; en otro, nos retraemos a otro plano y estamos allí activamente conscientes. En la medida en que nuestra conciencia se identifica con el aspecto forma, la muerte continuará manteniendo su antiguo terror. Tan pronto nos reconozcamos como almas y hallemos que somos capaces de enfocar a voluntad nuestra conciencia y sentido de percepción en cualquier forma o plano, o en cualquier dirección dentro de la, forma de Dios, ya no conoceremos la muerte.

 

La muerte para el hombre medio es un fin desastroso, pues implica la terminación de todas las relaciones hu­manas, la cesación de toda actividad física, la ruptura de todos los signos de amor y afecto y el tránsito (involun­tario y disconforme) a lo desconocido y temido. Es lo mismo que salir de una habitación iluminada y agrada­ble, cordial y familiar, donde están reunidos nuestros seres queridos, y pasar a la noche fría y oscura, solo y aterrorizado, esperando lo que vendrá y sin ninguna se­guridad.

 

Pero las personas olvidan por lo general que todas las noches, durante las horas de sueño, morimos en lo que respecta al plano físico y vivimos y actuamos en otro lugar. Olvidan también que han adquirido ya la facilidad de dejar el cuerpo físico, porque aún no pueden conservar en la conciencia del cerebro físico los recuerdos de esa muerte y el consiguiente intervalo de vida activa, y no relacionan la muerte con el sueño. Después de todo, la muerte es sólo un intervalo más extenso en la vida de acción en el plano físico; nos vamos “al exterior” por un periodo más largo. Pero el proceso del sueño diario y el proceso de la muerte ocasional son idénticos, con la única diferencia que en el sueño el hilo magnético o corriente de energía, a través de la cual corren las fuerzas vitales, se mantiene intacto, y constituye el ca­mino de retorno al cuerpo. Con la muerte, este hilo de vida se rompe o corta. Cuando esto ha acontecido, la entidad consciente no puede volver al cuerpo físico den­so, y al faltarle a ese cuerpo el principio de coherencia, se desintegra. (4-358/9)

 

(2) 1. Temor a la muerte. Está basado en:

a.                                             El terror, en el proceso final del desgarra­miento en el acto de la muerte.

 

b.                                             El horror a lo desconocido y a lo indefinido.

 

c.                                             La duda respecto a la Inmortalidad.

 

d.                                             El pesar por tener que abandonar a los seres queridos o ser abandonado por ellos.

 

e.                                             Las antiguas reacciones a las pasadas muer­tes violentas, arraigadas profundamente en el subconsciente.

 

f.                                               El aferrarse a la vida de la forma, por estar principalmente identificados con ella en la conciencia.

 

g.                                             Las viejas y erróneas enseñanzas referentes al cielo y al infierno, siendo ambas, perspec­tivas desagradables para cierto tipo de personas.

 

Como conozco el tema, tanto por la experiencia en el mundo externo como por la expresión de la vida interna, diré que: La muerte no existe. Como bien saben, hay una entrada en una vida más plena. Hay liberación de los obstáculos del vehículo carnal. El tan temido proceso de desgarramiento no existe, excepto en los casos de muerte violenta o repentina, entonces lo único desagra­dable es la sensación instantánea y abrumadora de pe­ligro y destrucción inminente, y algo que se parece a un shock eléctrico. Nada más. Para los no evoluciona­dos, la muerte es un sueño y un olvido, porque la mente no está bastante despierta para reaccionar, y el archivo de la memoria está prácticamente vacío. Para el ciuda­dano común y bueno, la muerte es la continuidad en su conciencia del proceso de la vida, y lleva a cabo los in­tereses y tendencias de esa vida. Su conciencia y sen­tido de percepción son los mismos e invariables. No percibe mucha diferencia, está bien cuidado, y a menu­do no se da cuenta que ha pasado por la muerte. Para el perverso y cruel egoísta, el criminal y esos pocos que viven únicamente para el aspecto material, se pro­duce esa situación denominada “atados a la tierra”. Los vínculos, que han forjado con la tierra, y la atracción hacia ella, de todos sus deseos, los obliga a permane­cer cerca de la misma y de su último medio ambiente terreno. Tratan desesperadamente por todos los medios posibles, de ponerse en contacto y volver a penetrar en él. En contados casos, un gran amor personal por quie­nes han dejado, o el incumplimiento de un deber reco­nocido y urgente, mantienen a quienes poseen bondad y belleza, en semejante situación. Para el aspirante, la muerte es la entrada inmediata en una esfera de ser­vicio y de expresión a que está muy acostumbrado, per­cibiendo enseguida que no es nueva. En las horas de sueño ha desarrollado un campo de servicio activo y de aprendizaje. Ahora sencillamente funciona en él duran­te las veinticuatro horas (hablando en términos de tiem­po del plano físico) en vez de las breves horas de sueño en la tierra. (4-218/9)

 

(3) Otro temor que induce a la humanidad a consi­derar la muerte como una calamidad es el que ha in­culcado la religión teológica, particularmente los Protestantes fundamentalistas y la Iglesia Católica Roma­na: el temor al infierno, la imposición de castigos, co­múnmente fuera de toda proporción a los errores cometidos durante una vida, y el terror impuesto por un Dios iracundo. Le dicen al hombre que debe someterse y que no hay escapatoria posible, excepto por medio de la expiación vicaria. Como bien saben, no existe un Dios iracundo, un infierno ni tampoco la expiación vicaria. Sólo existe un gran principio de amor que anima a todo el universo; existe la Presencia de Cristo, indicando a la humanidad la realidad del alma y que somos salvados por la vivencia de esa alma, y que el único infierno que existe es la tierra misma, donde aprendemos a trabajar por nuestra propia salvación, impulsados por el prin­cipio de amor y de luz e impelidos por el ejemplo de Cristo y el anhelo interno de nuestra propia alma. Esta enseñanza acerca del infierno nos recuerda el giro sádico que la Iglesia Cristiana, en la Edad. Media, dio al pen­samiento y a las erróneas enseñanzas establecidas en El Antiguo Testamento, acerca de Jehová, el Dios tribal de los Judíos. Jehová no es Dios, ni el Logos planetario, ni el Eterno Corazón de Amor que Cristo reveló. A medida que estas erróneas ideas vayan desapareciendo, será eliminado, de la mente del hombre, el concepto del in­fierno y reemplazado por la comprensión de la ley que hace al hombre lograr su propia salvación en el plano físico, lo cual conducirá a corregir los males cometidos durante sus vidas en la tierra y que oportunamente le permitirá “limpiar su propia pizarra”.

 

No trato aquí de imponerles una discusión teológica; sólo procuro señalar que el actual temor a la muerte debe ceder su lugar a una inteligente comprensión de la realidad y ser sustituido por el concepto de continui­dad, que niega toda interrupción, y acentuar la idea de que existe una vida, una Entidad consciente, que ad­quiere experiencia en muchos cuerpos. (17.291)

 

(4) En el próximo siglo se observará que la muerte y la voluntad tendrán inevitablemente un nuevo signi­ficado para la humanidad y desaparecerán la mayoría de las antiguas ideas. La muerte, para el hombre común reflexivo, constituye un momento de catastrófica crisis. La cesación y fin de todo lo amado, lo familiar y lo deseable, la irrupción en lo desconocido e incierto, y la abrupta terminación de todos los planes y proyectos. No tiene importancia cuánta fe pueda haber en los valo­res espirituales, ni cuán esclarecido sea el razonamien­to de la mente acerca de la inmortalidad, ni tampoco cuán concluyente se evidencie la supervivencia y eterni­dad; siempre existe una duda, el reconocimiento de la posibilidad de que todo termina y la negación y fin de toda actividad, de todas las reacciones cardíacas, de todo pensamiento, emoción, deseo, aspiración y de las inten­ciones enfocadas alrededor del núcleo central del ser del hombre. El anhelo y la determinación de sobrevivir y el sentido de continuidad, todavía dependen, aun para el creyente más ferviente, de una probabilidad, de una base inestable y del testimonio de otros, que en realidad nunca han vuelto para contar la verdad. El énfasis de toda idea acerca de este tema concierne al Yo central o la integridad de la Deidad. (18-94)

 

(5) El instinto de autoconservación tiene su raíz en un innato temor a la muerte; mediante la presencia de ese temor, la raza ha luchado hasta alcanzar el presente punto de longevidad y resistencia. Las ciencias que con­ciernen a la preservación de la vida, al conocimiento médico en la actualidad, y a las proezas de la comodi­dad de la civilización, todo ha surgido de este temor básico. Todo ha tendido hacia la conservación del indi­viduo y su persistente condición de ser. La humanidad persiste, como raza y reino de la naturaleza, y el resul­tado de la tendencia a ese temor, trae la reacción instin­tiva de la unidad humana a la propia perpetuación. (4-447)

 

(6) Ansío que capten la enseñanza que ya he dado, antes de entrar en la faz explicativa o nueva. Estúdienla con cuidado para que el tema de la muerte pueda con­figurarse en sus mentes con más firmeza y sensatez. Traten de obtener un nuevo ángulo del tema y procuren ver la ley, el propósito y la belleza de la intención, de­trás de lo que hasta ahora ha sido el mayor terror y temor.

 

Posteriormente trataré de darles una vislumbre del proceso de la muerte tal como lo registra el alma, cuan­do inicia el acto de restitución. Esto podrá parecerles especulativo o hipotético; en todo caso constituirá una afirmación cuya exactitud pocos de ustedes podrán com­probar. Pero, seguramente, puede ser más sensato y sa­ludable, más sólido y bello, que la actual oscuridad y enfermiza esperanza, o la desafortunada especulación y frecuente desesperación que se cierne en la actualidad sobre cada lecho de muerte. (17-322)

 

 


 

 

 

 

 

 

 


PARTE III

 

 

¿Por qué no aceptan la Transición? Aprendan a glorificarse en la experiencia que otorga el don de la sabia edad avanzada, y estén a la expectativa de la Gran Aventura que los enfrenta. En sus momentos más elevados saben que esa Transición significa la realización, sin verse limitados por el plano físico. (6-594)

 

 

 

 


 PARTE III

 

 

(1) Las razones por las cuales un discípulo debe por lo menos tratar de no relajarse indebidamente y arremeter adelante a pesar de la fatiga (la fatiga de años de vida) y del creciente "crujir" del mecanismo humano y la inevitable tendencia hacia el constante servicio y contacto con los demás, podrían ser enumeradas de la manera siguiente:

 

1.                         Debe esforzarse por continuar el mismo ritmo de servicio y de vida fructífera cuando -libre del cuerpo físico- se encuentre en el más allá. No debe haber interrupción en ese servicio.

 

2.                         Debe esforzarse, hasta donde sea posible, por mantener la continuidad de su conciencia como discípulo activo, sin permitir interrupción alguna entre su actual punto de tensión y el que sobreviene después de la experiencia de la muerte.

 

3.                         Debe esforzarse por cerrar el episodio de la experiencia de esta vida, a fin de evidenciar que es miembro de un Ashrama; no debe permitir interrupción alguna en la relación establecida ni que cese la afluencia de la vida ashrámica a través del discípulo, al mundo de los hombres. Esta actividad no es fácil debido al natural y normal deterioro del vehículo físico a medida que envejece, lo cual requiere una concentración definida del esfuerzo, acrecentando así la tensión en la que vive siem­pre un discípulo.

 

Los discípulos de mi Ashrama tienen la doble res­ponsabilidad de mantenerse firmes para preser­var el conocimiento, si puedo emplear tal frase. Esta firmeza de ninguna manera debe abando­narse cuando la vejez se acerca, ni debe permitír­sele desaparecer por la transición de la misma muerte. El Maestro de un Ashrama trabaja me­diante el pensamiento consciente e ininterrumpi­do de un grupo fusionado de discípulos. El servi­cio activo externo de un grupo de discípulos no es de mucha importancia (aunque tiene necesa­riamente un propósito vital) como el coherente e integrado pensamiento grupal, tan poderoso para efectuar cambios en la conciencia humana. El problema particular de la crisis mundial ac­tual y los terribles reajustes en la conciencia hu­mana, incidentales a la inauguración de una nue­va cultura, civilización y religión mundiales, jus­tifican que se les presente a los miembros de mi Ashrama (y a los grupos afiliados como el suyo) la oportunidad de mantener intacto y libre de todo deterioro su “estado mental” durante los años que restan de esta vida, a través del proceso de disolución, y así hasta la liberación en el más allá. No es una tarea fácil mantener consciente esta integridad; requiere comprensión y un es­fuerzo deliberado. (6-433/4)

 

(2) Cuando sea captada la verdadera naturaleza del servicio, se descubrirá que es un aspecto de esa energía divina que trabaja siempre bajo el aspecto destructor, porque destruye las formas con el fin de liberarlas. El servicio es una manifestación del Principio de Libera­ción, y la muerte y el servicio constituyen dos aspectos del mismo. El servicio salva y libera, y trae liberación en diversos niveles, a la conciencia aprisionada. Lo mismo puede afirmarse de la muerte. (4-388)

 

(3) Observarán que me refiero a la muerte cuando hace sentir su presencia por enfermedad o vejez. No me refiero a la muerte cuando acontece por guerra o acci­dente, asesinato o suicidio. Estas y otras causas de la muerte están regidas por un proceso directriz totalmen­te diferente; quizá ni siquiera involucre el karma de un hombre o su destino individual, como en caso de guerra, cuando mueren muchas personas. Esto no tiene nada que ver con la Ley de Causa y Efecto como un factor en la trayectoria del alma de cualquier individuo. No es un acto de restitución planeado por un alma determinada que cumple con su destino individual - La muerte, a tra­vés del proceso destructivo de la guerra, está bajo la dirección e intención cíclica del Logos planetario, que actúa a través de la Cámara del Concilio de Shamballa. Los Seres que allí dirigen los procesos mundiales saben que ha llegado el momento en que la relación entre el mal planetario y las Fuerzas de la Luz o del Bien, han alcanzado un punto de “antagonismo explosivo”, según se lo denomina. A ello debe dársele rienda suelta si que­remos que el propósito divino actúe sin impedimentos. Por lo tanto es permitida la explosión; sin embargo está presente todo el tiempo un factor controlante, aunque el hombre no se dé cuenta de ellos. Estos Seres (que cum­plen la voluntad de Dios) no se identifican de ninguna manera con la vida de la forma, en consecuencia se dan cuenta exacta de la importancia relativa que tiene la vida en la forma; para Ellos la destrucción de las formas no es la muerte en el sentido que nosotros la entendemos, sino sencilla y únicamente un proceso de liberación. El temor a la muerte es fomentado insistentemente por la visión limitada, de quienes se Identifican con la forma.

 

El ciclo que ahora vivimos ha sido testigo de la más gran­de destrucción de formas humanas, en toda la historia de nuestro planeta. No hubo destrucción de seres humanos. Quisiera que observaran este enunciado. Debido a esta destrucción total, la humanidad ha ido adoptando rápidamente una actitud más serena respecto a la muer­te. Esto no es muy evidente todavía pero -dentro de pocos años- tal nueva actitud comenzará a destacarse y el temor a la muerte empezará a desaparecer del mun­do. En gran parte también se deberá a la acrecentada sensibilidad del mecanismo humano de respuesta, que conduce a una interna o nueva orientación de la mente humana, con imprevisibles resultados.

 

La base de todas las guerras es fundamentalmente el sentido de separatividad. Este individualismo fundamen­tal, o complaciente aceptación del aislamiento, conduce a todas las demás causas secundarias de la guerra: la codicia que produce desastres económicos, el odio que trae fricción nacional e internacional, la crueldad que da por resultado el sufrimiento y la muerte. Las raíces de la muerte están profundamente arraigadas; es la des­trucción del ciclo de separatividad, como individuo, en el plano físico, comúnmente denominado muerte; en con­secuencia, la muerte es un proceso de unificación. Si analizaran algo más la cuestión, verían que la muerte libera la vida individualizada, llevándola a una existen­cia menos restringida y confinada, y oportunamente -cuando el proceso de la muerte haya sido aplicado a los tres vehículos en los tres mundos- a la vida de la universalidad. Este es un estado de inexpresable bien­aventuranza. (17-318/9)

 

(4) Referente a la prolongación de la vida, lograda en el último siglo de realizaciones científicas, quisiera seña­lar que las verdaderas técnicas y posibilidades de la organizada acción del alma son siempre parodiadas y falsamente demostradas en el plano físico por las prime­ras actividades científicas, que tienen un correcto móvil pero sólo son un símbolo, en la esfera externa de la vida, de la verdadera y por lo común futura actividad del alma. El lapso de vida oportunamente será corto o largo, según la voluntad de las almas que sirven conscientemente y emplean el mecanismo del cuerpo como instrumento para servir al Plan. En la actualidad, con frecuencia, se mantiene la vida en la forma -tanto en la vejez como en la infancia- que bien podría liberarse. No cumplen ningún propósito útil y causan mucho dolor y sufrimiento a formas que la naturaleza (si se la dejara actuar) no las utilizaría y las extinguiría. Observen esta última palabra. Debido al excesivo énfasis puesto sobre el valor dado a la vida de la forma, al temor universal que se tiene a la muerte -esta gran transición que todos debemos enfrentar- y a nuestra incertidumbre acerca de la realidad de la inmortalidad y debido a nuestro pro­fundo apego a la forma, detenemos el proceso natural y nos aferramos a la vida, la cual lucha por liberarse, confinada en cuerpos muy inadaptados para los propósitos del alma. No me interpreten mal. No tengo la inten­ción de decir nada que pueda constituir un aliciente para el suicidio. Pero sí digo, y lo hago con énfasis, que la Ley del Karma frecuentemente queda en suspenso cuando las formas se mantienen en expresión coherente, las cuales debían haber sido descartadas, pues no sirven a ningún propósito útil. En la mayoría de los casos esta preservación es impuesta por el grupo al que pertenece el sujeto y no por el sujeto mismo, siendo con frecuen­cia un inválido consciente, una persona de edad cuyos mecanismos de contacto y respuesta son imperfectos, o un niño anormal. Tales casos constituyen ejemplos definidos de la neutralización de la Ley del Karma. (17-260)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


PARTE IV

 

 

La enfermedad y la muerte son condiciones esencialmente inherentes a la sustancia, y así como el hombre se identificó con el aspecto forma, así también será condicionado por la Ley de Disolución. Esta ley, fundamental y natural, rige la vida de la forma en todos los reinos de la naturaleza. (17-368)

 

 


PARTE IV

 

 

(1) La liberación del alma, por medio de la enfermedad y la muerte, no es necesariamente un acontecimiento desgraciado. Es esencial que se adopte una nueva y mejor actitud hacia el fenómeno de la muerte, lo cual es posible y está cercana. Sobre esto no es necesario que me extienda, pero trato de darles una nueva perspectiva del tema de las enfermedades y la muerte. (17-259)

 

(2) Segundo, la enfermedad es a veces parte incidental del proceso por el cual el alma abandona su morada. A esto le llamamos muerte y puede venir rápida e inesperadamente cuando el alma se retira súbitamente del cuerpo. O la muerte puede extenderse durante un largo período y el alma demorar meses o años para su lento y gradual desprendimiento del cuerpo, el cual agoniza lentamente.  (17-40)

 

(3) La enfermedad puede constituir una muerte gradual y lenta y así liberar al alma. Entonces no será posible la curación, no obstante son necesarias medidas paliativas y sedativas y ciertamente deberán ser aplicadas. La duración de la vida puede prolongarse, pero no es posible una curación permanente y definitiva. Esto no lo comprende el curador mental común. Convierten a la muerte en algo horrible cuando en realidad es una amiga benevolente.

 

La enfermedad puede ser el súbito y final llamado para que el cuerpo renuncie al alma y la libere para otro servicio.

 

En estos casos debe hacerse todo lo posible desde el punto de vista de la moderna ciencia médica y quirúr­gica y de sus ciencias afines, tan numerosas hoy. Tam­bién puede realizarse mucho desde el ángulo de la cura­ción mental y espiritual, con la ayuda de la ciencia de la sicología. Algún día habrá mayor colaboración y una sintetización de sus esfuerzos entre estos distintos cam­pos. (17.40/1)

 

(4) Será evidente para el pensador casual, que mu­chas enfermedades y las causas de la muerte se deben a las condiciones ambientales de las cuales él no es responsable, estas abarcan desde los acontecimientos estrictamente externos hasta las predisposiciones here­ditarias, y podrían enumerarse de la manera siguiente:

 

1.                           Accidentes, que pueden ser causados por negligen­cia personal, acontecimientos grupales, descuidos de otras personas, refriegas callejeras como en los ca­sos de huelgas y por la guerra. También pueden ser producidos por un animal o víbora, envenenamiento accidental y muchas otras causas.

 

2.                           Infecciones que llegan al hombre externamente y no como resultado de su propia y peculiar condición san­guínea, constituyendo las diversas enfermedades in­fecciosas y contagiosas y las epidemias prevalecien­tes. El hombre puede contraerlas en el cumplimiento del deber, por sus contactos diarios o por la amplia propagación de la enfermedad en su ambiente.

 

3.                           Enfermedades debidas a la desnutrición, especialmen­te en los niños. Este estado de desnutrición predis­pone al cuerpo a la enfermedad, aminora la resisten­cia y la vitalidad y contrarresta “el poder luchador” del hombre, conduciéndolo a la muerte prematura.

 

4.                           Herencia. Existe como bien se sabe ciertos tipos de debilidad hereditaria que predispone a la persona a contraer ciertas dolencias y llevan a la consecuente muerte o producen esas condiciones que conducen a un constante debilitamiento del aferramiento a la vida; también existen esas tendencias que constitu­yen una especie de apetito peligroso y producen hábi­tos indeseables, relajamiento de la moral, y son un peligro para la voluntad del individuo, inhibiéndolo en su lucha contra tales predisposiciones, sucumbe a ellas y paga con la enfermedad y la muerte el pre­cio de tales hábitos. (17-23/4)

 

(5) Hay una o dos cosas que quisiera dejar en claro y que ustedes a su vez deben aclararle al paciente:

 

1.                         La curación no se garantiza. El paciente debe com­prender que continuar viviendo en el cuerpo físico no constituye la meta más elevada posible. Podría serlo si hubiera que prestar un servicio muy impor­tante, si debiera cumplir aún con ciertas obligaciones o si tuviera que aprender otras lecciones. La existen­cia corpórea no es, sin embargo, el bien más preciado. Liberarse de las limitaciones del cuerpo físico es verdaderamente beneficioso. El paciente debe apren­der a reconocer y aceptar la Ley del Karma.

 

2.                         El temor es innecesario. Uno de los primeros objeti­vos del agente curador debería ser ayudar al paciente a obtener una visión feliz, sana y esperanzada, acerca de su futuro, no importa lo que el futuro le depare. (17-287)

 

(6) Por lo tanto el curador tiene el deber de ser eficaz y, de acuerdo con lo que él es, así será el efecto que pro­ducirá sobre el paciente. Cuando un curador trabaja magnéticamente e irradia la fuerza de su alma sobre el paciente, éste podrá lograr más fácilmente el fin deseado, lo cual puede ser la total curación o si no el estableci­miento de un estado mental que le permitirá seguir vi­viendo con su dolencia, sin verse obstaculizado por las limitaciones kármicas del cuerpo, o quizá pueda liberarse debidamente (con alegría y facilidad) del cuerpo y obtener la completa salud a través del portal de la muer­te. (17-15/6)

 

(7) Algunos sectarios y curadores generalmente adop­tan la posición de que es muy importante liberar al vehículo físico de enfermedades y arrebatarlo de las ma­nos de la muerte. Sin embargo, quizá sea preferible (y frecuentemente lo es) dejar que la enfermedad realice su trabajo y la muerte libere al alma del aprisionamien­to. Llega inevitablemente el momento, para todos los seres encarnados, en que el alma demanda liberarse del cuerpo y de la vida de la forma, y la naturaleza tiene sus propios y sabios métodos para hacerlo. Enferme­dad y muerte deben ser reconocidas como factores libe­radores, cuando se producen como resultado del exacto momento elegido por el alma. Los estudiantes deberán comprender que la forma física es un conglomerado de átomos erigidos en organismos y finalmente en un cuerpo coherente, el cual se mantiene unido por la vo­luntad del alma. Si lleváramos esa voluntad a su propio plano o (como se dice esotéricamente) “si dejáramos que el ojo del alma mire hacia otra dirección” inevitablemente sobrevendría la enfermedad y la muerte en el actual ciclo. Esto no constituye un error mental o el fracaso en reconocer la divinidad o que se haya sucum­bido al mal, en realidad es la resolución de la naturaleza forma, en sus partes componentes y esencia básica. La enfermedad es esencialmente un aspecto de la muerte. Es el proceso por el cual la naturaleza material y forma sustancial se preparan para separarse del alma. (17-90)

 

(8) Nadie cuyo karma indica que ha llegado su hora, ha regresado de las “puertas de la muerte”; entonces termina el ciclo de vida en el plano físico, a no ser que sea un trabajador del Ashrama, un discípulo de cierta categoría, cuyo trabajo y presencia son aún necesarios en la tierra, para terminar su tarea asignada. Entonces el Maestro del Ashrama puede agregar Su conocimien­to y energía a la del curador o a la del paciente, pos­tergando temporariamente su partida. Ni el curador ni el paciente pueden depender de esto, pues no conocen las circunstancias que lo justifique plenamente. (17-513/4)

 

(9) Cuando la muerte es segura y el médico y el cu­rador observan los “signos de la muerte”, no es necesa­rio que el curador interrumpa su trabajo. Continuándo­lo, quizás acreciente el mal, pero ayudará al paciente a acelerar normalmente el acto de morir. El antiguo pro­verbio “donde hay vida hay esperanza”, no es básica­mente aplicable a todos los casos. La vida puede prolon­garse y a menudo se prolonga después que el alma ha decidido retirarse a su plano. La vida de los átomos de los señores lunares puede ser nutrida durante largo tiempo, y esto aumenta la angustia del hombre espiritual que se da cuenta del proceso e intención de su alma. Lo que se mantiene vivo es el cuerpo físico, pero el verdade­ro hombre ya no enfoca allí su interés.

 

Inevitablemente llega una etapa, por ejemplo en el caso de una enfermedad maligna, donde el médico sabe que es simplemente cuestión de tiempo, y el curador espiritual puede aprender a reconocer los mismos sig­nos. Entonces, en vez de guardar silencio el médico y el curador, en lo que al paciente concierne, el tiempo que queda deberá emplearse (si las facultades del paciente lo permiten) en la debida preparación para el “retiro benéfico y feliz” del alma; la familia y amigos del pa­ciente participarán en la preparación. En las primeras etapas de la nueva religión mundial, será inculcada esta actitud hacia la muerte. Se enseñará un concepto totalmente nuevo de la muerte, con el énfasis puesto sobre el retiro consciente; los servicios funerarios, o más bien los servicios de la cremación, serán un feliz acontecimiento, porque se acentuará la liberación y el retorno. (17-476/7)

 

(10) Si se me preguntara cuál es la principal tarea de todos los grupos de curación, tal como la Jerarquía quisiera que actuaran en el futuro, diría que consiste en preparar a los seres humanos para lo que podríamos considerar el aspecto restaurador de la muerte, dando así un nueve y más feliz significado, del dado hasta ahora al temible enemigo del género humano. Hallarán que cuando trabajan en estas líneas indicadas de pensamiento, se repite constantemente el tema de la muerte, y el resultado de ello será la adopción de nuevas actitudes hacía la muerte y se inculcará una gozosa expectativa cuando ocurra ese inevitable y tan familiar acontecimiento. Los grupos de curación deben prepararse para encarar esta condición básica de todo lo que vive, y la mayor parte de su trabajo consiste en elucidar el principio muerte. Se dice que el alma debe retornar a quien la dio. Hasta ahora ello constituye una restitución obligada y temida, que engendra temor y hace que hombres y mujeres de todas partes clamen por la curación del cuerpo físico, sobrestimando su importancia, y los induce a considerar que la prolongación ,de la existencia terrenal es el factor más importante de sus vidas. En el próximo ciclo, tales actitudes erróneas deben llegar a su fin; la muerte se convertirá en un proceso normal y comprensible, tan normal como el proceso de nacer, aunque menos doloroso y temible. Este comentario es una profecía y como tal debe ser considerado.  (17-288/9)

 

 

 

 

 

 

 


PARTE XIV

 

 

Resurrección es la nota clave de la naturaleza, pero no la muerte. La muerte es lo antecámara de la Resurrección. (13-389)

 


PARTE XIV

 

 

(1) Resurrección da la clave del mundo de significados y es el tema fundamental de todas las religiones del mundo, pasadas, presentes y futuras. Resurrección del espíritu en el hombre, en todas las formas, en todos los reinos; es el objetivo de todo proceso evolutivo, lo cual significa liberarse del materialismo y del egoísmo. En tal resurrección, la evolución y la muerte son meras etapas preparatorias y familiares. La tónica y el mensaje dados por el Cristo, cuando estuvo la última vez en la tierra, fue Resurrección, pero fue tal la morbosidad del género humano y estaba tan envuelto por el espejismo y la ilusión, que permitió que se desviara la comprensión de Su muerte, en consecuencia, durante siglos, el énfasis fue puesto sobre la muerte y, únicamente en el día de Pascua o en los cementerios, se recuerda la Resurrección. Esto debe cambiar. Permitir que esta situación se perpetúe no ayuda a la comprensión progresiva de las verdades eternas. La Jerarquía trata ahora de producir este cambio, alterando así el acercamiento de la humanidad al mundo de lo invisible y a las realidades espirituales. (13-389/90)

 

(2) El concepto de la resurrección contiene la nueva y más importante revelación que le llegará a la humanidad, y sentará las bases para la nueva religión mundial.

 

En el pasado inmediato, la nota clave del cristianismo ha sido la muerte, simbolizada por la muerte del Cristo y muy distorsionada por San Pablo en su esfuerzo por fusionar la nueva religión dada por Cristo y la antigua religión de la sangre de los judíos. En el próximo ciclo está tergiversada enseñanza sobre la muerte, asumirá el lugar que le corresponde ,y será conocida como el anhelo disciplinador de romper y terminar con la muer­te, el aferramiento de la materia sobre el alma; el gran objetivo de toda enseñanza religiosa será la resurrec­ción del espíritu en el hombre y eventualmente en todas las formas de vida, desde la etapa más inferior de la evolución hasta la experiencia monádica más elevada. En el futuro se pondrá el énfasis sobre “la vivencia de la naturaleza erística” -cuya prueba será el Cristo Re­sucitado- y sobre el empleo de la voluntad, invocando este “despliegue divino”. (18-264)

 

(3) ¿El milagro de la Resurrección de Cristo, en lo que concierne a Su personalidad, residió en el hecho de que después de haber pasado por la muerte y habiendo resucitado una vez más, era esencialmente la misma Persona, sólo con más poderes? ¿No podría suceder lo mismo con nosotros? ¿No podría la muerte eliminar simplemente la limitación en el sentido físico, dejándo­nos una acrecentada sensibilidad y un sentido más claro de los valores? (22-247)

 

(4) El temor a la muerte es una de las grandes anor­malidades o distorsiones de la verdad divina, de las cua­les son responsables los Señores del Mal Cósmico Ini­cial. Cuando en las primitivas épocas atlantes surgieron del lugar donde había sido confinados, y obligaron a que la Gran Logia Blanca se retirara temporariamente a niveles subjetivos, su primer gran acto distorsionador fue implantar el temor en los seres humanos, comenzan­do con el temor a la muerte. Desde ese momento los hombres han puesto el énfasis sobre la muerte y no so­bre la vida, y cada día han sido dominados por el temor.

 

Uno de los actos iniciales del Cristo y de la Jerarquía, cuando reaparezcan, será erradicar este temer particu­lar, y confirmar en las mentes de los pueblos la idea de que encarnar y tomar forma es el verdadero lugar de oscuridad para el espíritu divino, que es el hombre; tem­porariamente es la muerte y el aprisionamiento del es­píritu. Se enseñará a los hombres que la evolución es en sí misma un proceso iniciático que conduce de una ex­periencia viviente a otra, culminando en la quinta Ini­ciación de la Revelación y en la séptima Iniciación de la Resurrección. (18-598)

 

(5) Muchas muertes tuvieron lugar dentro del ciclo milenario de vidas del iniciado:

 

1.                           La muerte familiar y constantemente repetida del cuerpo físico, encarnación tras encarnación.

 

2.                           La muerte de los vehículos astral y mental, cuando el alma, que no muere, los descarta vida tras vida, sólo para crear nuevos, hasta alcanzar la maestría.

 

3.                           Luego -como resultado del proceso de encarna­ción y sus efectos evolutivos- sobreviene la muerte del deseo, siendo reemplazado por una creciente aspiración espiritual.

 

4.                           Entonces, por el empleo correcto de la mente, lle­ga la “muerte” de la personalidad o, más bien, su repu­dio y renunciación a todo lo material.

 

5.                           A esto le sigue la muerte o la destrucción del cuer­po causal o del alma, durante la gran Iniciación de la Renunciación.

 

Este proceso de muerte y resurrección tiene lugar in­cesantemente en todos los reinos de la naturaleza; cada muerte prepara el camino para una mayor vivencia y amor, y cada muerte (si se la analiza con cuidado) es el prefacio para la resurrección en cualquiera de las for­mas, hasta llegar a la resurrección final y a una posición en que se obtiene la realización final.

 

No me extenderé sobre este proceso de la constante muerte, seguida de la constante resurrección, pero los hombres temen a la muerte debido a la nota clave y a la técnica evolutiva, porque aman excesivamente lo mate­rial y detestan perder el contacto con el aspecto forma de la naturaleza. Es conveniente recordar que la inmor­talidad es un aspecto del ser espiritual viviente, y no un fin en sí misma, como los hombres tratan de hacerla aparecer. Para los Conocedores de la Vida la frase “yo soy un alma inmortal” ni siquiera es verdad. Decir “yo soy la Vida misma, por lo tanto soy inmortal” se acer­ca más a la verdad, pero aún esa frase es (desde el ángulo del iniciado) sólo una parte de una verdad ma­yor. (18-597/8)

 

(6) Nuevamente quisiera detenerme aquí para hacer­les ver que los conceptos muerte, sustitución, unifica­ción vicaria y sacrificio, serán reemplazados -en la nueva era- por los conceptos resurrección o vivencia, unidad espiritual, transferencia y servicio, para que una nueva tónica penetre en la vida humana, trayendo espe­ranza, alegría, poder y libertad. (15-336)

 

(7) La vida dentro de la forma asciende triunfalmen­te al seno de su “Padre en los Cielos”, así como la vida dentro del cuerpo físico, en el momento de la muerte busca su fuente, el ego. Esto lo realiza en cuatro etapas:

 

1.                         La abstracción del cuerpo físico denso.

2.                         La abstracción del cuerpo etérico.

3.                         El posterior abandono del cuerpo astral.

4.                         El abandono final del cuerpo mental. (1-117)

 

(8) Hablando en sentido oculto, cualquier proceso de ascender o “elevar”, produce automáticamente la muer­te la cual afecta a los átomos de los órganos involucra­dos y origina las etapas preliminares de la mala salud, la enfermedad y la desintegración, porque la muerte no es otra cosa que la desintegración y el retiro de la ener­gía. Cuando la ciencia de transferir la energía de un cen­tro inferior a uno superior sea comprendida, entonces se arrojará luz sobre el problema de la muerte, y la ver­dadera Ciencia de la Muerte vendrá a la existencia, libe­rando a la raza del temor que le inspira. (15-418)

 

(9) “Cristo ha resucitado”, es su clamor, y porque ha resucitado, el reino de Dios puede continuar en la tierra, y Su mensaje de amor difundirse ampliamente. Saben ahora, más allá de toda controversia, que Él ha vencido a la muerte, y que en los años venideros también ellos verán derrotada a la muerte. Es evidente, por sus escri­tos y su entusiasmo, que esperaban un reino inmediato y que la realidad de la inmortalidad fuera universalmen­te reconocida. Que estaban equivocados, lo prueban los casi dos mil años de cristianismo. No somos todavía ciu­dadanos de un reino divino que se manifiesta definidamente en la tierra. El temor a la muerte es tan fuerte como siempre, y la realidad de la inmortalidad es aún una fuente de especulación para millones de seres. Pero lo que falló fue su sentido del tiempo y no comprendie­ron los lentos procesos de la naturaleza. La evolución marcha lentamente y recién ahora nos encontramos ver­daderamente al borde de la manifestación del reino de Dios sobre la Tierra. Debido a que estamos al final de una era, sabemos que el dominio que ejerce la muerte sobre el ser humano y el terror que inspira el ángel de la muerte, pronto desaparecerán. Se desvanecerán por­que consideraremos a la muerte como otro paso en el camino hacia la luz y la vida, y nos daremos cuenta que a medida que la vida erística se expresa en todos los se­res humanos y a través de ellos, demostrarán para sí y para el mundo, la realidad de la inmortalidad.

 

La clave para la derrota de la muerte y los procesos para comprender el significado y el carácter de la eter­nidad y de la continuidad de la vida, pueden ser revela. dos sin peligro sólo cuando el amor se posesione de la conciencia humana y cuando el bien para el todo, y no el bienestar egoísta del individuo, se considere como su­premo. Sólo por el amor (y el servicio como expresión de ese amor) puede comprenderse el verdadero mensaje de Cristo, y los hombres podrán así seguir hacia una re­surrección gozosa. (22-237)

 

(10) Alzó Su Cruz como un símbolo y un ejemplo del método y como un límite entre el mundo de los valores tangibles y el de los valores espirituales, exhortándonos a dominar la naturaleza inferior, para que el espíritu de Dios tenga plena libertad.

 

Enseñé que la muerte debe finalizar y que el destino de la humanidad es resucitar de entre los muertos. La inmortalidad debe ocupar el lugar de la mortalidad. Pa­ra beneficiamos, el Cristo resucitó de entre los muertos, probándonos que los lazos de la muerte no pueden re­tener a ningún ser humano que actúe como Hijo de Dios. (22-262)

 

(11) “Que la energía del Yo divino me inspire y la luz del Alma me dirija; que sea conducido de la oscuridad a la luz, de lo irreal a lo real, de la muerte a la inmortalidad.” (5-503)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA CONSTITUCION DEL HOMBRE

 

La constitución del hombre, considerada en las si­guientes páginas, es fundamentalmente triple:

 

I.                 La Mónada o Espíritu puro, el Padre en los Cielos.

 

Este aspecto refleja los tres aspectos de la Deidad:

 

1.                                             Voluntad o Poder................El Padre,

2.                                             Amor-Sabiduría...................El Hijo,

3.                                             Inteligencia Activa...............El Espíritu Santo,

 

y sólo se hace contacto con ella en las iniciacio­nes finales, cuando el hombre se acerca al fin de la jornada y es perfecto. La mónada también se refleja en:

 

II.               El Ego, Yo superior o Individualidad. Potencialmente, este aspecto es:

 

1.                                                                 Voluntad espiritual                    Atma.

 

            2. Intuición. Amor-Sabiduría, el principio crístico.          Budi.

 

 

3. Mente Superior o Abstracta - ... Manas Superior

 

El ego empieza a hacer sentir su poder en el hom­bre evolucionado y en forma creciente en el sendero de probación, hasta que en la tercera iniciación llega a perfeccionarse el control del yo superior sobre el yo inferior y el aspecto más elevado comienza a hacer sentir su energía.

El ego se refleja en:

 

III.              La Personalidad o yo inferior, el hombre en el plano físico.

 

Este aspecto es también triple:

            1. Cuerpo mental                 manas inferior.

            2. Cuerpo emocional           cuerpo astral.

            3. Cuerpo físico                    los cuerpos físico denso y etérico.

 

La finalidad de la evolución es, por lo tanto, lle­var al hombre a la comprensión del aspecto egoi­co y poner la naturaleza inferior bajo su control.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


GLOSARIO

 

 

Adepto. Un Maestro o un ser humano que, habiendo se­guido la senda de la evolución y entrado en la etapa fi­nal del Sendero de Iniciación, ha recibido cinco ini­ciaciones y, por lo tanto, ha pasado al quinto reino o reino espiritual, y debe recibir sólo dos iniciacio­nes más.

 

Adi. El Primero, el primitivo, el plano atómico del sis­tema solar, el superior de los siete planos.

 

Alma. Ego o alma, dos términos que usamos como si­nónimos, tienen escasamente diferentes significados y la diferencia revela dos aspectos de la misma Entidad espiritual: como Ego, es el Hijo de la Mente en relación a su reflejo, el hombre en encarnación física y es por lo tanto individualista; y como Alma, es el Hijo de la Mente en relación con otros Hijos de la Mente en niveles mentales y tiene por lo tanto con­ciencia grupal y es universalista. Es absolutamente apropiado usar estas dos palabras como sinónimos porque la Entidad espiritual puede manifestar am­bos aspectos simultáneamente -individualista y uni­versalista- y es los dos Ego y Alma, sin embargo el estudiante debe tener una clara idea de lo que está implicado en esas expresiones.

 

Antakarana o Antankarana. El camino o puente entre la mente superior y la inferior, que sirve como medio de comunicación entre ambas. Lo construye el mismo aspirante con materia mental.

 

Ashrama. El centro en que el Maestro reúne a los dis­cípulos y aspirantes para instrucción personal.

 

Astral.., palabra identificada con kama o deseo, y... aplicada al plano de la reacción emocional.

 

Atlántida. Continente sumergido en el océano Atlánti­co, según Platón y la enseñanza esotérica. Fue asiento de la cuarta raza raíz, a la que llamamos raza atlante.

 

Atma. Es Espíritu universal, la Mónada divina; el sép­timo Principio denominado así en la constitución sep­tenaria del hombre.

 

Atomo permanente. Los cinco átomos más la unidad mental, un átomo en cada uno de los cinco planos de la evolución humana (la unidad mental se halla también en el plano mental), de los cuales la mónada se apropia para manifestarse. Forman un centro estable y son relativamente permanentes. Alrededor de ellos se construyen los cuerpos o envolturas. Literalmente son pequeños centros de fuerza.

 

Aura. Esencia o efluvio sutil e invisible que emana de los cuerpos humanos y animales y hasta de los obje­tos inanimados. Es un efluvio síquico que participa al mismo tiempo de la mente y del cuerpo. Es electro vital y también electro mental.

 

Bodhisattva. El hombre cuya conciencia se ha conver­tido en inteligencia o budi, y que sólo le falta pasar otra encarnación para llegar a ser Buda perfecto. El Bodhisattva, tal como se utiliza aquí, es el nombre del cargo que ocupa actualmente el Señor Maitreya, lla­mado Cristo en Occidente. Este cargo equivale al de Instructor del Mundo. El Bodhisattva es el Guía de todas las religiones del Mundo, y el Maestro de Maes­tros y de ángeles.

 

Buda. Nombre dado a Gautama. Nacido en la India más o menos en el año 621 a.C.; alcanzó el estado de Buda en el año 592 a.C. Buda significa “el iluminado”, y ha alcanzado el más elevado grado de conocimiento posible para el hombre, en nuestro sistema solar.

 

Budi. El alma universal o mente. En el hombre es el alma espiritual o sexto principio, por lo tanto, el ve­hículo de Atma, el Espíritu, que es el séptimo prin­cipio.

 

“Círculo infranqueable”. La circunferencia del sistema solar manifestado, siendo la periferia de influencia del Sol, entendido esotérica y exotéricamente. El límite del campo de actividad de la fuerza central de la vida.

 

Cuerpo causal. Desde el punto de vista del plano físico no es un cuerpo subjetivo ni objetivo. Es el centro de la conciencia egoica, y está formado por la conjunción de budi y manas. Es relativamente permanente, pues subsiste durante el ciclo de encarnaciones y se desva­nece después de la cuarta iniciación, cuando el hom­bre ya no debe reencarnar.

 

Cuerpo etérico o doble etérico. Según la enseñanza eso­térica, el cuerpo físico consta de parte densa o cuerpo físico, propiamente dicho, y cuerpo etérico. El cuer­po físico denso está formado por materia de los tres subplanos inferiores del plano físico, y el cuerpo eté­rico, por los cuatro subplanos superiores del plano físico.

 

Deva o Angel. Un dios. En sánscrito es una deidad res­plandeciente. Un ser celestial, bueno, malo o indife­rente. Los devas se dividen en muchos grupos y no sólo se los llama ángeles y arcángeles, sino construc­tores menores y mayores.

 

Devachan. Ese estado de conciencia en el plano mental, al cual pasa el alma desprovista de su cuerpo astral, actuando en su cuerpo mental o limitada por él. Es de orden superior al cielo común; la bienaventuranza que en él se disfruta es más mental de lo que enten­demos comúnmente por esa palabra; no obstante se halla todavía en el mundo inferior de la forma y será trascendido una vez practicado el desapego. (23-33)

 

Ego. (Ver Alma)

 

Grupos Egoicos. En el tercer subplano del quinto pla­no, el mental, se hallan los cuerpos causales de los individuos. Estos cuerpos son la expresión del ego o de la autoconciencia individualizada, y se reúnen en grupos según el rayo o cualidad del ego.

 

Iniciación. De raíz latina, que significa el principio de una ciencia. Se refiere a quien penetra en los miste­rios de la ciencia del yo y del no-yo, en todos los yoes. El sendero de iniciación es la etapa final del sendero de la evolución humana, hollado por el hombre, y se divide en cinco etapas, llamadas las cinco iniciaciones.

 

Jerarquía. El grupo de seres espirituales en los planos internos del sistema solar, que constituye las fuerzas inteligentes de la naturaleza y dirige los procesos evo­lutivos. Se divide internamente en doce Jerarquías. En nuestro esquema planetario, el de la Tierra, hay un reflejo de esta Jerarquía, llamada por los esoteris­tas Jerarquía oculta, constituida por chohanes, adep­tos e iniciados, que actúan en el mundo por medio de sus discípulos.

 

Karma. La acción física. Metafísicamente es la ley de retribución, de causa y efecto o de causación ética. Hay karma de mérito y karma de demérito. Es el po­der que domina todas las cosas, la resultante de la acción moral y el efecto moral de un acto cometido para el logro de algo que satisface un deseo personal.

 

Lemuria. Término moderno empleado primeramente por algunos naturistas y ahora adoptado por los teó­sofos para indicar el continente que, según La Doctri­na Secreta de Oriente, precedió a la Atlántida. Fue el hogar de la tercera raza raíz.

 

Logos. La deidad manifestada en todo pueblo y nación. La externa expresión o efecto de la causa eternamente oculta.

 

Logos planetario. Este término se aplica generalmente a los siete espíritus superiores, correspondientes a los siete arcángeles de los cristianos. Todos pasaron por la etapa humana, y ahora se manifiestan a través de un planeta y sus evoluciones, así como el hombre lo hace a través de su cuerpo físico. Un espíritu superior planetario que actúa en cualquier globo, es en reali­dad un Dios personal del planeta.

 

Manas o principio manásico. La mente, la facultad men­tal, que distingue al hombre de los animales. Es el principio individualizador, que capacita al hombre para darse cuenta de que él existe, siente y conoce. Al­gunas escuelas lo dividen en dos partes: la mente superior o abstracta, y la mente inferior o concreta.

 

Mántram. Versículos de los Vedas. En sentido exotéri­co, mántram (esa facultad o poder síquico que impar­te percepción e ideas) es la parte más antigua de los Vedas, cuya segunda parte constituye los Brahmanas. En la fraseología esotérica el mántram es el Verbo hecho carne u objetivado por magia divina. Es un conjunto de palabras o sílabas ordenadas rítmicamen­te, de manera que al pronunciarlas se generan ciertas vibraciones.

 

Maya. En sánscrito es “ilusión”. Nombre del principio de la forma o limitación. Es el resultado de la mani­festación. Se aplica generalmente en sentido relativo a los fenómenos o a las apariencias objetivas creadas por la mente.

 

Mayavi Rupa. En sánscrito “forma ilusoria”. Es el cuer­po de manifestación creado por el adepto, mediante un acto de la voluntad, para emplearlo en los tres mundos. No tiene relación material con el cuerpo fí­sico. Es espiritual y etérico y pasa a través de todo, sin ningún obstáculo. Se construye por el poder de la mente inferior, con el tipo más elevado de materia astral.

 

Mónada. El Uno, el triple espíritu en su propio plano. En esoterismo significa, con frecuencia, la tríada uni­ficada -Atma, Budi y Manas; voluntad espiritual, intuición y mente superior- o la parte inmortal del hombre que reencarna en los reinos inferiores, pro­gresando gradualmente a través de ellos hasta llegar al hombre, de allí a la meta final.

 

Prana. El principio Vida, el aliento de la Vida. El esoterista dice: “consideramos la Vida como una for­ma de existencia, manifiesta en lo que denominamos materia o, separándola incorrectamente, llamamos es­píritu, alma y materia en el hombre. La materia es el vehículo para la manifestación del alma en este plano físico de existencia; el alma es el vehículo para la ma­nifestación del espíritu, y los tres son como una tri­nidad, sintetizados por la Vida que los compenetra a todos”.

 

Raza Raíz. Una de las siete razas humanas que evolu­cionan en un planeta durante el gran ciclo de la exis­tencia planetaria, al cual se denomina periodo mun­dial. La raza raíz aria, a la que pertenecen los indos, europeos y americanos modernos, es la quinta; los chinos y japoneses pertenecen a la cuarta raza.

 

Shamballa. La ciudad de los Dioses, situada para algu­nas naciones en Occidente, para otras en Oriente, y aun para otras en el norte o en el sur. Es la Isla Sagrada en el desierto de Gobi. Es el hogar del misticis­mo y de la Doctrina Secreta.

 

Atómico (subplano). Los ocultistas dividen la materia del sistema solar en siete planos o estados, de los que el atómico es el superior. Análogamente, cada plano se divide en siete subplanos, de los que el superior es el subplano atómico. Existen, por consiguiente, cua­renta y nueve subplanos, y siete de ellos subatómicos.

 

Tríada. Es el hombre espiritual; la expresión de la mó­nada; el espíritu germinal, conteniendo las potencia­lidades de la divinidad, que se irán desarrollando en el transcurso de la evolución. Esta Tríada constituye el yo individualizado o separado, el ego.

 

 

 

 

 

 

 

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Año: 2002