Los trabajos de Hércules

 

Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

 

(Alice A. Bailey) 

 

 

 

 

 


El zodíaco

 

 

Aquel que preside miró hacia adelante, a los hijos de los hombres, que son los Hijos de Dios. Él vio la luz de ellos y el lugar donde estaban parados sobre el Sendero de retorno al Corazón de Dios. La Senda recorre un círculo a través de los doce grandes Portales y, ciclo tras ciclo, los Portales se abren y los Portales se cierran. Los Hijos de Dios, que son los hijos de los hombres, caminan por allí.

 

 

Poco clara es la luz al principio. Egoísta la tendencia de la aspiración humana, y oscuros los actos resultantes. Lentamente los hombres aprenden y, aprendiendo, pasan entre los pilares de los Portales una y otra vez. Lerda es la comprensión, pero en las Antesalas de la Disciplina, encontradas en cada sección de la cósmica extensión del círculo, la verdad es lentamente comprendida; aprendida la lección necesaria; la naturaleza purificada y enseñada hasta que se ve la Cruz –esa Cruz fija y a la espera, que crucifica a los hijos de los hombres, prolongada en las Cruces de los que sirven y salvan.

 

 

Del conjunto de hombres, un hombre se adelantó en los días de la antigüedad y sorprendió el ojo vigilante del Gran Anciano que preside eternamente dentro del Concilio de la Cámara del Señor. Se volvió hacia el que estaba de pie cerca suyo y dijo: "¿Quién es esa alma sobre el Sendero de la vida, cuya luz puede ahora ser vista oscuramente?”.

 

 

Rápidamente llegó la respuesta: "Esa es el alma que, en el Sendero de la vida, experimenta y busca la clara luz que brilla desde el Alto Sitio".

 

 

"Déjala proseguir sobre su senda, pero vigila sus pasos".

 

 

Los eones velozmente continuaban su curso. La gran rueda giraba y, girando, traía el alma que buscaba sobre el Sendero. Después, llegó un día en que Aquel que preside el Consejo de la Cámara del Señor atrajo nueva­mente al círculo de Su radiante vida al alma que buscaba.

 

 

"¿De quién es esta alma sobre la Senda de sumo empeño cuyo resplandor oscuramente se distingue afuera?” Llegó la respuesta: "Un alma que busca la luz de la inteligencia, un alma que lucha".

 

 

"Dile de parte mía que vuelva a la otra senda y luego que viaje alrededor del círculo. Entonces encontrará el objeto de su búsqueda. Vigila sus pasos y, cuando tenga un corazón comprensivo, una mente anhelante y una mano diestra, tráemela".

 

 

 

Nuevamente pasaron los siglos. La gran rueda giró y, girando, llevó a todos los hijos de los hombres, que son los Hijos de Dios, sobre su senda. Y mientras estos siglos pasaban, un grupo de hombres emergió y lentamente cambiaron a la otra senda. Ellos encontraron el Sendero. Pasaron los Portales y se esforzaron hacia la cima de la montaña, y hacia el lugar de muerte y sacrificio. El Maestro vigilante vio un hombre emerger de esta multitud, subir a la Cruz fija pidiendo hazañas que cumplir, servicios que rendir a Dios y al hombre, y buena voluntad para recorrer el Sendero hacia Dios. Se paró delante del Gran Ser que Preside, el cual trabaja en el Concibo de la Cámara del Señor y oyó adelantarse una voz:

 

 

 

"Obedece al Maestro en el Sendero. Prepárate para las últimas pruebas. Pasa a través de cada Portal y en la esfera que ellos descubren y guardan, ejecuta el trabajo que convenga a su esfera. Aprende así la lección y empieza con amor a servir a los hombres de la tierra". Luego le llegó al Maestro la palabra final: “Prepara al candidato. Dale sus trabajos a realizar y coloca su nombre sobre las tablas de la Senda viviente".

 

El tibetano

 

 

 

 

 

 

Prólogo: El propósito de este Estudio

 

El intenso interés evidenciado en este tiempo en el tema de la vida espiritual, es en sí mismo la garantía para tal estudio como esta serie de artículos se propone. A pesar del hecho de que la religión académica y teológica no tiene ya su antigua atracción y a pesar de la rebelión contra la religión organizada, el impulso hacia las realidades espirituales no ha sido nunca tan vehemente como ahora. El día de la experiencia empírica en gran escala está ahora con nosotros, y hombres y mujeres en todas partes están todavía rehusando creer y aceptar ciegamente, porque están decididos a conocer. La aceptación de dogmas impuestos está ahora cediendo lugar a experimentar y a una divina autodeterminación, basada en una unidad efectuada con la Vida en la que vivimos nos movemos y tenemos nuestro ser, la cual está tomando el lugar de la credulidad y superstición.

 

El problema de cada maestro hoy en día está en descubrir nuevas maneras para expresar viejas verdades, y así presentar las antiguas fórmulas para el desarrollo espiritual que adquirirán nueva y "vívida" vida. En ambos hemis­ferios hay muchos libros escritos sobre el tema del Sendero del Discipulado, el Sendero de la Santidad y el Sendero de la Iluminación. La nueva presen­tación de los problemas de ese Sendero Universal y de sus dificultades inherentes no está justificada a menos que la aplicación pueda ser moderna y práctica. Debe indicar la inclusión de la finalidad una vez que esos problemas hayan sido superados, y debe evitarse la reiteración tediosa de esa regla básica de vida que ha sido expresada en las dos palabras: "Sé bueno". Una y otra vez se nos ha dicho que debemos vencer la tentación del mundo, la carne y el demonio. Ha sido creado en la mente del aspirante occidental un sentimiento de que el Sendero es necesariamente un camino de miserias, de autoabnega­ción y de penas sin fin. Su actitud es de paciencia activa hasta el tiempo en que él, misteriosa y milagrosamente se abra paso a un mundo de paz y plenitud, dentro del cual todas las dificultades llegan a su fin, la carne cesa de molestar y el demonio tiene un intempestivo final. Y esto, como la recompensa de una humilde sumisión a la voluntad de un inescrutable creador.

 

Hay, sin embargo, una alborada en la conciencia humana, una creciente realización de innata divinidad y de que el hombre es en verdad hecho a imagen de Dios, y uno en naturaleza con su Padre en el Cielo. La idea de propósito y de plan está siendo entendida y toda la actitud del aspirante hacia la vida está cambiando rápidamente. ¿Sería posible ahora lograr este sintético cuadro del progreso del alma, de la ignorancia a la sabiduría, del deseo material al logro espiritual, para que el fin pueda ser previsto desde el principio y una cooperación inteligente con el propósito del alma haya vencido el lugar del ciego empeño? Cuando esto se efectúa, el peregrino puede seguir su camino con el rostro vuelto hacia la luz y resplandeciente de alegría.

 

En la historia de las dramáticas experiencias de ese grande y antiguo Hijo de Dios, Hércules o Heracles, encontraremos que nos da justamente el sintético cuadro. No deja sin tocar alguna fase en la vida del aspirante y aun lo vincula con actividades cósmicas. Hallaremos que su tema es tan inclusivo, que todos nosotros, luchando en nuestra presente vida moderna, podemos aplicarnos a nosotros mismos los experimentos y pruebas, las derrotas y logros de esta heroica Figura que se esforzó, siglos atrás, hacia la misma meta como lo hacemos nosotros. A través de la lectura de esta historia, un nuevo interés se puede despertar en la mente del perplejo aspirante, y tal cuadro pintado en secuencial y universal desarrollo y destino sirva, para que él vaya hacia adelante con renovado coraje.

 

Trazaremos la historia de Hércules y su esfuerzo para demostrar cómo él, en sus doce trabajos, desempeñó el lugar del aspirante en el Sendero del Discipulado. Emprendió ciertas tareas de naturaleza simbólica, y pasó por ciertos episodios y acontecimientos que pintan para siempre la naturaleza de la disciplina y los logros que caracterizan al hombre que se está acercando a la liberación. Él representa al encarnado, aún no perfeccionado Hijo de Dios, quien con determinación toma en sus manos la naturaleza inferior y volunta­riamente la sujeta a la disciplina que producirá eventualmente el surgimiento de la divinidad. De un descarriado pero sinceramente fervoroso ser humano, conocedor inteligente del trabajo que tiene que cumplir, está formado un Salvador del Mundo. Dos grandes y dramáticas historias se han mostrado constantemente ante los ojos de los hombres a través de los tiempos. En los doce trabajos de Hércules, está representado ese Sendero del Discipulado, y sus experiencias preparatorias para el gran ciclo final de la Iniciación, encuentran un eco espontáneo en todo aspirante. En la vida y trabajo de Jesús el Cristo –el Hijo de Dios perfecto que "ha penetrado por nosotros en el interior del velo, dándonos un ejemplo para que sigamos sus pasos"— tenemos la ilustración de las cinco etapas del Sendero de Iniciación que constituyen los episodios culminantes para los cuales los doce trabajos han preparado al discípulo.

 

El oráculo ha hablado y a lo largo de los siglos ha hecho resonar la palabra: "Hombre, conócete a ti mismo". Este conocimiento es la conclusión del Sendero del Discipulado y la recompensa de todo el trabajo de Hércules.

 

 

Naturaleza del discipulado

 

Puede ser de valor considerar aquí brevemente qué es el discipulado, palabra constantemente empleada por los aspirantes, tanto en los países cristianos como en las religiones orientales. El discípulo puede ser definido como la etapa final del Sendero de Evolución, y como ese período en la experiencia de un hombre en el cual él es definidamente autoconsciente. Es la etapa en la cual sabiamente se compromete a imponer la voluntad del alma (que es esencialmente la voluntad de Dios) sobre su naturaleza inferior. En este sendero él se somete a un proceso madurador, para que la flor del alma pueda expandirse rápidamente. La inevitabilidad de la perfección humana tiene su base en la voluntad para hollar el Sendero. Esta perfección puede ser alcanzada en dos formas. Puede ser el resultado de un lento y seguro crecimiento evolutivo, llevado adelante bajo las leyes de la naturaleza, ciclo tras ciclo, hasta que gradualmente el Dios oculto pueda ser visto en el hombre y en el universo. 0, ser el resultado de la aplicación sistematizada y la disciplina por parte del aspirante, produciendo un más rápido desarrollo del poder y vida del alma.

 

En un análisis del discipulado, éste ha sido definido como "un disolvente psíquico que destruye toda la escoria y deja el oro puro". Es un proceso de depuración, de sublimación y de transmutación, llevado progresivamente hacia adelante hasta que finalmente el Monte de la Transfiguración y la Iluminación son alcanzados. Los misterios ocultos y las fuerzas latentes en los seres humanos, necesitan ser descubiertos y requieren ser utilizados de una manera divina y de acuerdo con un divino propósito, inteligentemente comprendido. Cuando ellos han sido así utilizados, el discípulo se halla en armonía Con lo universal y las similares energías y poderes divinos que sustentan las operaciones del mundo natural. Así él se convierte en un trabajador bajo el plan de la evolución y un cooperador con esa gran "nube de testigos", que a través del poder de sus observaciones, y el resultado de sus logros, constituyen los Tronos, Principados y Poderes por medio de los cuales la Vida Una guía toda la creación progresivamente a una gloriosa consumación.

 

Tal es la meta hacia la cual Hércules trabajó, y tal es la meta de la humanidad toda, cuyo logro final, en conjunto, será realizado por las muchas individualidades perfeccionadas.

 

 

Connotaciones Astrológicas

 

Un propósito secundario de este estudio es presentar un aspecto de la astrología que diferirá del expresado habitualmente. Investigaremos la histo­ria de Hércules a medida que pasaba por los doce signos del zodíaco. En cada signo él expresaba sus características, y en cada signo, lograba algún conocimiento nuevo de sí mismo, y a través de ese conocimiento demostraba el poder del signo y adquiría los dones que el mismo confería. En cada uno de los signos lo encontraremos venciendo sus tendencias naturales, controlando y gobernando su destino, y demostrando el hecho de que las estrellas inclinan pero no controlan.

 

La forma de astrología que, yo creo, reemplazará andando el tiempo, la clase corriente que trata con horóscopos, es esa sintética presentación de los acontecimientos cósmicos que tienen sus reflejos en nuestra vida planetaria, en la vida de la humanidad en conjunto, y en la vida del individuo, que es siempre el microcosmos del macrocosmos. Este tipo de astrología enfoca su atención principalmente en el desarrollo del plan de las edades; esto, la historia lo manifiesta de una manera reducida en cuanto concierne a la humanidad, y un estudio más amplio de los tiempos y estaciones puede traernos una mayor comprensión de los propósitos de Dios. Hay un inmenso pasado detrás de la humanidad; eones y eones han llegado y se han ido, la rueda de la existencia gira continuamente, y siempre la cinta de la vida se desenvuelve, y nosotros somos llevados hacia un nuevo aspecto de la meta, y a una visión y realización más amplias. La concentración en el horóscopo personal y el intenso interés demostrado por los individuos en sus propios insignificantes asuntos puede ser natural y normal, pero es, no obstante, miope. Sólo la conciencia de que somos partes integrantes de un Todo mayor y el conocimiento de la divina suma total pueden revelar el más vasto propósito. Estas son las ideas que pueden eventualmente reemplazar nues­tras concentraciones personales. Nuestras pequeñas historias de la vida deben desaparecer en un cuadro mayor. Astrológicamente Hércules estable­ció la historia de la vida de cada aspirante, y demostró la parte que debe jugar la unidad en la eterna Empresa.

 

Un gran Maestro oriental ha expresado en relación con el zodíaco y la astrología este sugestivo pensamiento:

 

"Que la astrología es una ciencia y una ciencia venidera, es verdad. Que la astrología en su aspecto supremo y su verdadera interpreta­ción, capacitaría eventualmente al hombre para enfocar su compren­sión y para funcionar rectamente, es igualmente verdad. Que en las revelaciones que la astrología hará, andando el tiempo, será encon­trado el secreto de la verdadera coordinación entre el alma y la forma, es también correcto. Pero esa astrología todavía no ha sido descubier­ta. Hay demasiadas cosas pasadas por alto y otras muchas desconoci­das para hacer de la astrología la ciencia exacta que muchos pretenden que sea. La pretensión será cumplida en alguna fecha futura. El momento no ha llegado todavía.

 

“La astrología como es practicada ahora, está condenada a la destruc­ción debido a la rapidez con que las almas están controlando sus personalidades. El modelo del horóscopo del alma no estará basado en nuestro conocimiento tridimensional, pues las leyes de tiempo y espacio no tienen influencia sobre el alma". (Astrología Esotérica).

 

Por consiguiente, trataremos en este estudio con una astrología que será no matemática y que no tendrá relación con el modelo de los horóscopos. Se interesará en los doce tipos de energía por medio de los cuales la conciencia de la divina Realidad es lograda a través del medio de la forma. En un cielo no distante y en un estado no subjetivo llegó Hércules a este conocimiento. En el cuerpo físico, impedido y limitado por las tendencias conferidas a él por el mismo signo bajo el cual realizó el trabajo, alcanzó la comprensión de su propia divinidad esencial. A través de la superación de la forma y de la subyugación de la materia, se nos da un cuadro de una desarrollada autorrealización divina. Por consiguiente, en el estudio de Hércules, el discípulo, y de Cristo, el Salvador del Mundo, tenemos una completa presentación gráfica de las etapas finales del desarrollo, que están situadas delante de todos nosotros. Las cinco grandes Iniciaciones como están pintadas para nosotros en la historia de Jesús el Cristo, no son tratadas aquí, sino que forman el tema de otro libro. (De Belén al Calvario).

 

A medida que estudiamos la historia de Hércules y lo seguimos a través de sus doce trabajos, pasando alrededor del gran zodíaco de los cielos, nos aproximaremos desde dos ángulos: el del aspirante individual y el de la humanidad en conjunto. Es ahora posible mirar a la familia humana como habiendo alcanzado, prácticamente en masa, la etapa del aspirante, la etapa del buscador inteligente, la etapa del hombre que, habiendo desarrollado su mente y coordinado sus aptitudes, mentales, emocionales y físicas, ha agotado los intereses del mundo fenoménico y está buscando una salida a un reino más amplio de conocimiento, dentro de una más segura esfera de garantías. Esta etapa ha sido siempre expresada por los individuos avanzados a lo largo de los años, pero nunca anteriormente se ha encontrado la propia raza humana con los inicios testimoniales de esta condición en grupo. Aquí yace la maravilla de pasados logros, y aquí está la hora de la presente oportunidad.

 

 

El Mundo del Discípulo Hoy en Día

 

Las pruebas a las cuales Hércules voluntariamente se sometió y los traba­jos en los cuales a veces descuidadamente se precipitó, son aquellos posibles para muchos miles ahora. También se volverá manifiesto cuán curiosamente aplicable a las condiciones modernas, son los variados detalles de la dramá­tica y a menudo divertida historia de sus esfuerzos en el sendero de la ascensión. Cada uno de nosotros es un Hércules en embrión, y cada uno enfrenta idénticos trabajos; cada uno tiene la misma meta que lograr y el mismo círculo del zodíaco que abarcar. El trabajo a realizar tiene como objetivo principal, la eliminación de todo temor y el control de las fuerzas naturales de la naturaleza humana. Estas, Hércules debe enfrentarlas en cada posible combinación, antes de escalar el monte de la iniciación en Capricor­nio, y llegar a ser el servidor de la humanidad.

 

Objetivos de competencia y egoísmo deben ser completamente cambiados y eliminados, y encontraremos a Hércules aprendiendo la lección que apoderarse de cualquier cosa para el yo separado, no es parte de la misión de un hijo de Dios. Él sabe encontrarse como individuo, sólo para descubrir que el individualismo debe ser sacrificado inteligentemente para el bien del grupo. Descubre asimismo que la codicia personal no tiene lugar en la vida de un aspirante que está buscando la liberación, desde el siempre recurrente ciclo de la existencia y de la constante crucifixión sobre la cruz de la materia. Las características del hombre inmerso en la forma de la vida y bajo la regla de la materia son: temor, individualismo, rivalidad y codicia. Estas tienen que ceder lugar a la confianza espiritual, cooperación, conciencia grupal y carencia de egoísmo. Esta es la lección que Hércules nos da, y es la demostración de la vida de Dios que está siendo forjada en el proceso creativo, y que florece más hermosamente, cada vez que la vida de Dios hace su curva alrededor del zodíaco que, nos dicen los astrónomos, toma aproximadamente veinticinco mil años en cumplirse.

 

Esta es la historia del Cristo cósmico, crucificado en la Cruz Fija de los cielos; ésta es la historia del Cristo histórico, dada a nosotros en la historia del evangelio y establecida hace dos mil años en Palestina; es la historia del Cristo individual, crucificado en la cruz de la materia, y encarnado en cada ser humano. Dios encarnado en materia. Esta es la historia de nuestro sistema solar, la historia de nuestro planeta, la historia del ser humano. Así, cuando miramos arriba los cielos estrellados, vemos descripto eternamente para nosotros este gran drama, que la historia de Hércules dilucida en detalle para el aspirante.

 

 

Pensamientos Fundamentales

 

Cuatro pensamientos fundamentales pueden ser dados aquí que expresan el propósito subyacente del proceso creativo y del objetivo de ambos, el Cristo cósmico y el aspirante individual. Ellos nos dan la guía para llevar a cabo el plan. Tomados juntos engloban toda la historia de la relación de espíritu y materia, de vida y forma, y de alma y cuerpo.

 

Primero: "La naturaleza expresa energías invisibles a través de formas visibles". Detrás del mundo objetivo de los fenómenos, humano o solar, pequeño o grande, orgánico o inorgánico, yace un mundo subjetivo de fuerzas que es responsable de la forma exterior. Detrás de la exterior cubierta material se puede encontrar un vasto imperio del Ser, y es dentro de este mundo de energías vivientes, que ambas, la religión y la ciencia, están pene­trando ahora. Todo lo exterior y tangible es un símbolo de las fuerzas creativas internas, y es idea que está debajo de toda simbología. Un símbolo es una forma exterior y visible de una realidad interior y espiritual.

 

Es con esta acción recíproca de la forma exterior y de la vida interior que Hércules lucha. Él sabía que era la forma, el símbolo, para que el dominio de la naturaleza material inferior hiciera sentir su presencia con la facilidad de la expresión antigua. Al mismo tiempo sabía que su problema era expresar su ser y energía espiritual. Él tenía que saber de hecho y en experiencia que era Dios, inmanente en naturaleza; que era Yo en estrecha relación con el No‑Yo; tenía que experimentar con la ley de causa y efecto, ésta, desde el punto de vista del iniciador de las causas para producir inteligentes efectos. A través de los doce signos del zodíaco pasó, luchando para trabajar subjeti­vamente y tratando de rechazar la tentación y la atracción de la forma tangible exterior.

 

El segundo pensamiento clave puede ser expresado en las palabras: "La concepción de una Deidad oculta yace en el corazón de todas las religiones".

 

Ésta es la realización mística y el objeto de la búsqueda que la humanidad ha practicado a lo largo de los años. Los exponentes de las religiones del mundo han encarnado en sus enseñanzas, un aspecto de la búsqueda, aceptando el hecho de Dios como una premisa básica, y con el amor de sus corazones, la devoción y la adoración demostrando la realidad de su Existencia. El testi­monio de los místicos de todos los tiempos y razas es tan vasto que ahora constituye en sí mismo un campo de hechos comprobados y no puede ser negado.

 

Los investigadores científicos han procurado encontrar la verdad a través del conocimiento de la forma, y nos han conducido a una posición de amplio conocimiento y al mismo tiempo a una concepción paralela de nuestra profunda ignorancia. Hemos aprendido mucho de la vestidura externa de Dios, a través de la física, la química, la biología y otras ciencias, pero hemos luchado dentro de una región donde todo aparece como siendo hipótesis e inferencias. Todo lo que nosotros seguramente conocemos es que todas las formas son aspectos de la energía; que hay una acción recíproca y un impacto de energías sobre nuestro planeta; que el planeta mismo es una unidad de energías compuesta de una multitud de unidades de energía, y que el hombre mismo es también un manojo compuesto de fuerzas y se mueve en un mundo de fuerza. Aquí es donde la ciencia tan admirablemente nos ha conducido, y donde el astrólogo, el ocultista, el idealista y el místico también se reúnen y atestiguan una Deidad oculta, un Ser viviente, una Mente Universal y una Energía central.

 

En el desarrollo del drama de los cielos, en las conclusiones del investiga­dor científico, en las computaciones matemáticas de los astrólogos, y en el testimonio del místico, sin embargo, podemos ver una firme manifestación emergente de la divinidad oculta. Poco a poco, a través del estudio de la historia, de la filosofía y de la religión comparada, nosotros vemos el plan de esa Deidad volviéndose significativamente manifiesto. En el paso del sol a través de los doce signos del zodíaco, podemos ver la maravillosa organiza­ción del plan, el enfoque de las energías y el crecimiento de la tendencia hacia la divinidad. Ahora, por fin, en el siglo veinte, lo objetivo y lo subjetivo se han tornado tan estrechamente mezclados y fundidos que es casi imposible decir dónde uno empieza y el otro termina. El velo que oculta la Deidad se está volviendo transparente, y el trabajo de aquellos que han logrado conocimien­to, el programa de Cristo y de su Iglesia, los planes del grupo de los trabaja­dores del mundo, los Rishis y la oculta Jerarquía de nuestro planeta, están ahora enfocados en llevar a la humanidad al Sendero del Discipulado, entrenando a muchos de los más avanzados para que puedan llegar a ser los conocedores e iniciados de la nueva era. Así los hombres pasarán de la Cámara del Aprendizaje a la Cámara de la Sabiduría, del reino de lo irreal al de lo Real, y de la oscuridad exterior de la existencia fenomenal, dentro de la luz que brilla siempre en el reino del espíritu.

 

El tercer pensamiento clave nos da una guía para el método. A través de los años las palabras se han adelantado: "Yo soy él... que despierta al espectador silencioso". Se ha hecho claro para los buscadores en todos los campos que dentro de las formas hay un impulso hacia la expresión inteligen­te, y una cierta vivacidad que llamamos conciencia de sí mismo, y que en la familia humana toma la forma de un autoconocimiento. Este autoconoci­miento cuando es verdaderamente desarrollado, capacita al hombre para descubrir que la Deidad oculta en el universo es idéntica en naturaleza, aunque bastante mayor en grado y conocimiento, a la Deidad oculta dentro de sí mismo. El hombre entonces puede volverse conscientemente el Espec­tador, el Observador, el Percibidor. No está más identificado con el aspecto material, sino que es Aquel que lo usa como un medio de expresión.

 

Cuando esta etapa es lograda, los grandes trabajos empiezan, y la lucha está progresando conscientemente. El hombre es desgarrado en dos direcciones. El hábito lo tienta a identificarse con la forma. La nueva comprensión lo impulsa a identificarse con el alma. Una reorientación entonces tiene lugar, y un nuevo y autodirigido esfuerzo se inicia, el que está representando para nosotros en la historia de Hércules, el Dios‑Sol. En el momento en que la altura intelectual ha sido lograda, el "Observador silencioso" despierta a la actividad. Hércules empieza sus trabajos. El ser humano, hasta aquí arrastra­do en el impulso de la marea evolutiva, y gobernado por el deseo de experi­mentar y por las posesiones materiales, se pone bajo el control del divino Morador. Emerge como el aspirante, se revierte, y empieza a trabajar a través de los doce signos del zodíaco, sólo que ahora trabajando desde Aries a Piscis por vía de Tauro (en sentido inverso a las agujas del reloj), en vez de trabajar en la ordinaria forma humana retrógrada, desde Aries a Tauro vía Piscis (en sentido de las agujas del reloj).

 

Finalmente, el enfoque cambiante de la vida y la firme aplicación a los doce trabajos en los doce signos, capacita al discípulo para llegar a ser el triunfante vencedor. Entonces puede comprender el significado del cuarto pensamiento clave y exclamar al unísono con la Deidad Cósmica: "Escuchen este gran secreto. Aunque estoy por encima del nacimiento y renacimiento, o Ley, siendo el Señor de todo lo que existe, pues todo emanó de mí, aún así aparezco en mi propio universo y soy por consiguiente nacido por mi Poder, Pensa­miento y Voluntad". (El Bhagavad Gita).

 

 

 

 

 

Hércules el Discípulo ‑ El Mito

 

Él se irguió delante de su Maestro. Oscuramente comprendía que una crisis se había producido en él, conduciéndolo a cambiar de lenguaje, de actitud y plan. El Maestro lo miró y fue de su agrado.

 

"¿Tu nombre?", le preguntó y esperó una respuesta.

 

"HerácIes", llegó la respuesta, "o Hércules, me dicen que significa precio­sa gloria de Hera, el brillo y esplendor del alma. ¿Qué es el alma, oh, Maestro? Dime la verdad".

 

“Esa alma tuya la descubrirás a medida que hagas tu obra, y encuentres y uses la naturaleza que es tuya. ¿Quiénes son tus padres? Dime esto, hijo mío".

 

"Mi padre es divino, yo no le conozco, excepto que, en mí mismo, sé que soy su hijo. Mi madre es terrenal. La conozco bien y ella me ha hecho como tú me ves.

    Asimismo, oh, Maestro de mi vida, soy también uno de los gemelos. Hay otro, parecido a mí. A él también le conozco bien, sin embargo no lo conozco. Uno es de tierra, por lo tanto terrenal; el otro es un hijo de Dios".

 

"¿Qué hay de tu educación, Hércules, hijo mío? ¿Qué puedes hacer y cuánto te ha sido enseñado?”

 

"En todas las realizaciones yo soy experto; estoy bien enseñado, bien entrenado, bien guiado y soy bien conocido. Conozco todos los libros, tam­bién todas las artes y las ciencias; me son conocidos los trabajos del campo, además la destreza de aquellos que pueden permitirse viajar y conocer a los hombres. Me conozco a mí mismo como alguien que piensa, siente y vive".

 

"Una cosa, oh, Maestro, debo decirte y así no engañarte. El hecho es que no hace mucho yo maté a todos aquellos que me enseñaron en el pasado. Maté a mis maestros, y en mi búsqueda de la libertad, ahora estoy libre. Busco conocerme a mí mismo, dentro de mí mismo y a través de mí mismo".

 

"Hijo mío, eso fue un acto de sabiduría, y ahora puedes permanecer libre. Prosigue tu trabajo ahora, recordando como lo haces, que en el último giro de la rueda vendrá el misterio de la muerte. No olvides esto. ¿Qué edad tienes, hijo mío?”

 

"Dieciocho veranos habían pasado cuando maté al león, y de ahí que usé su piel. Asimismo a los veintiuno me encontré con mi desposada. Hoy estoy ante ti triplemente libre –libre de mis primitivos maestros, libre del temor al miedo y libre verdaderamente de todo deseo".

 

"No te vanaglories, hijo mío, sino demuéstrame la naturaleza de esta libertad que tú sientes. Nuevamente en Leo, te encontrarás con el león. ¿Qué harás? Otra vez en Géminis, los maestros a quienes mataste cruzarán tu senda. ¿Los has dejado atrás realmente? ¿Qué harás? De nuevo en Escorpio, lucharás con el deseo. ¿Permanecerás libre, o la serpiente te encontrará con sus engaños y te derribará en tierra? ¿Qué harás? Prepárate para probar tus palabras y tu libertad. No te vanaglories, hijo mío, demuéstrame tu libertad y tu profundo deseo de servir".

 

El Maestro se sentó en silencio y Hércules se retiró y enfrentó, el primer gran Portal. Entonces el que presidía que se sentaba en el Concilio de la Cámara del Señor, habló al Maestro y le ordenó llamar a los dioses para presenciar el esfuerzo e iniciar al nuevo discípulo en el Camino. El Maestro llamó. Los dioses respondieron. Vinieron y dieron sus dones a Hércules y muchas palabras de sabio consejo, conociendo las faenas que tenía por delante y los peligros del Camino.

 

Minerva le entregó una túnica, tejida por ella misma, una túnica que se ajustaba bien, de rara y fina belleza. Él se la puso con triunfo y orgullo, regocijándose en su juventud. Tenía que probarse a sí mismo.

 

Vulcano forjó para Hércules un pectoral de oro para proteger su corazón, la fuente de vida y fuerza. Este obsequio de oro era ceñido, y, así escudado, el nuevo discípulo se sentía seguro. Él tenía todavía que demostrar su fuerza.

 

Neptuno llegó con un par de caballos y se los entregó, atraillados, a Hércules. Ellos venían directamente del lugar de las aguas, de rara belleza y probada fuerza. Y Hércules se alegró, pues él todavía tenía que probar su poder para conducir a los dos caballos.

 

Con lenguaje agraciado y brillante ingenio llegó Mercurio, llevando una espada de raro diseño, que ofreció, en un estuche de plata, a Hércules. La ató en el muslo de Hércules, pidiéndole que la mantuviera afilada y brillante. "Debe dividir y cortar", dijo Mercurio, "y debe moverse con precisión y adquirida destreza". Y Hércules, con alegres palabras dio las gracias. Tenía todavía que demostrar su alardeada destreza.

 

Con sonido de trompeta y el ímpetu de la marcha brillaba el carro del Dios Sol. Apolo llegó y con su luz y encanto alegró a Hércules, dándole un arco, un arco de luz. A través de nueve anchos Portales abiertos debe pasar el discípulo antes que haya adquirido suficiente destreza para estirar ese arco. Le tomó todo ese tiempo para acreditarse como el arquero. Sin embargo, cuando el don fue ofrecido, Hércules lo tomó, seguro de su poder, un poder todavía sin demostrar.

 

Y así, se irguió equipado. Los dioses de pie alrededor de su maestro, y observando sus travesuras y su alegría. Él jugaba delante de los dioses, y mostraba sus proezas, alardeando de su fuerza. Repentinamente se detuvo y reflexionó largamente; luego dio los caballos a un amigo para que los sostuviera, la espada a otro y el arco a un tercero. Entonces, corriendo, desapareció dentro del bosque cercano.

 

Los dioses esperaron su regreso asombrándose perplejos ante su extraña conducta. Del fondo del bosque él salió sosteniendo en alto un garrote de madera cortado de vigoroso árbol vivo.

 

"Este es mi propio presente”, gritó, "nadie me lo dio. Puedo usar esto con poder. Oh, dioses, observad mis hazañas supremas”.

 

Y entonces, y sólo entonces, el Maestro dijo: "Sal a trabajar".

 

                        El tibetano

 

 

 

 

 

Elaboración del Mito

 

Llegamos ahora a una consideración de Hércules mismo. Es una historia sumamente interesante y que ha sido tratada por muchos escritores. La discusión en cuanto a los detalles de su vida, y la controversia en lo referente a la secuencia de los acontecimientos, no son parte alguna de nuestro objetivo. Los diversos relatos difieren en detalle, de acuerdo a la preferencia del historiador y pueden ser estudiados en las muchas historias clásicas y diccio­narios. Aquí sólo nos ocuparemos de los doce famosos trabajos, y de ellos leemos:

 

"Hércules, por la voluntad de Júpiter, estaba sujeto al poder de Euristeo, y obligado a obedecerlo en toda exigencia. Él consultó el oráculo de Apolo y se le dijo que debía estar subordinado por doce años a la voluntad de Euristeo, de acuerdo con las órdenes de Júpiter y que, después que él hubiera realizado los más célebres trabajos, debería ser llevado con los dioses".

 

Por lo tanto, se puso en camino y, como el discípulo bajo la dirección de su alma, emprendió los doce trabajos, ejecutando cada uno de ellos en uno de los signos del zodíaco. El, por lo tanto, representa a cada discípulo que busca caminar por el Sendero y demostrar su control sobre las fuerzas de su naturaleza, y asimismo representa el punto en el cual se encuentra ahora la humanidad.

 

Su nombre primitivo era Alcides, que fue cambiado por Hércules después que hubo sufrido una extraña experiencia, y antes que emprendiera sus trabajos. El nombre Hércules era originariamente Heracles, que significa "la gloria de Hera". Hera representa a Psique o el alma, por lo tanto, su nombre sintetizaba su misión, que era manifestar en trabajo activo en el plano físico la gloria y el poder de su innata divinidad.

 

Una de las antiguas escrituras de la India dice: "Dominando las ataduras de la vida llega el esplendor", y este dominio de la forma aprisionadora fue la gloriosa consumación de todas las empresas de Hércules. Se nos dice que tenía un padre divino y una madre terrenal y así, como con todos los hijos de Dios, encontramos emergiendo la misma simbología básica. Ellos simbolizan en su persona la esencial dualidad de Dios en manifestación de vida en forma, de alma en cuerpo, y de espíritu en materia. Esta dualidad es la gloria de la humanidad y también constituye el problema que cada ser humano tiene que resolver. Padre‑Espíritu y Madre‑Materia se juntan en el hombre, y el trabajo del discípulo es remover los lazos de la madre y así responder al amor del Padre.

 

Esta dualidad se pone también de manifiesto en el hecho de que él era uno de los gemelos. Nosotros leemos que un gemelo nació de un padre terrenal y el otro era el hijo de Zeus. Esta es la gran comprensión que llega a cada desarrollado y consciente ser humano. Él se encuentra consciente de los dos aspectos que se hallan en su naturaleza. Existe la bien desarrollada y altamente organizada personalidad a través de la cual se expresa habitualmente (mental, emocional y física), con sus tres partes coordinadas en una integrada unidad. Luego hay la naturaleza espiritual, con sus impulsos e intuiciones, su constante inclinación hacia las cosas vitales y divinas, y la consecuente lucha interior que resulta de esta dualidad comprendida. Hércules era el discípulo, viviendo en un cuerpo físico, pero capaz a veces, como San Pablo, de ser “llevado al tercer cielo", y tener trato con los seres divinos. En esta condición, tuvo visión del Plan, supo lo que tenía que hacer y percibió la realidad de la vida espiritual.

 

Hay también un pequeño hecho interesante en la historia de su vida que tiene un apoyo en esta misma verdad. Se nos dice que Hércules mató a su gemelo siendo aún una criatura. El no era más una entidad dividida, no era más una dualidad, sino que alma y cuerpo formaban una unidad. Esto indica siempre la etapa del discípulo. Ha hecho expiación y se sabe alma en cuerpo y no alma y cuerpo, y esta comprensión tiene ahora que iluminar todos sus actos. La historia relata que mientras estaba en la cuna, la robusta criatura mató dos serpientes, enfatizando nuevamente la dualidad. En este acto predijo el futuro en el cual demostró que la naturaleza física no controlaba más, sino que él podía estrangular a la serpiente de la materia y, que la gran ilusión no lo tenía más prisionero. Mató a la serpiente de la materia y a la serpiente de la ilusión. Si se estudia la simbología de la serpiente, encontra­remos que tres serpientes son descritas: una para la serpiente de la materia, otra para la ilusión y la tercera para la sabiduría. Esta última serpiente es descubierta sólo cuando las otras dos han sido muertas.

 

Este sentido de dualidad es la primera etapa de la experiencia espiritual e ilumina los pensamientos de todos los grandes aspirantes y místicos del mundo. Nótese cómo San Pablo exclama mientras lucha con el problema:

 

"Encuentro entonces una ley que, cuando quiero hacer el bien, el mal está presente conmigo".

 

"Pues yo me complazco en la ley de Dios en pos del hombre interior; pero veo otra ley en mis miembros, luchando contra la ley de mi mente, y llevándome a ser cautivo de la ley del pecado que está en mis miembros".

 

"Agradezco a Dios a través de Jesucristo nuestro Señor. Por lo tanto, con la mente yo mismo sirvo la ley de Dios; pero con la carne la ley del pecado". (Romanos, VI, 21‑25).

 

Se nos dice que, a medida que Hércules crecía, se puso mucho cuidado en su educación. Se le entrenó en todas las posibles realizaciones, y cada facultad que tenía fue desarrollada y organizada. ¿Qué lección debe aprender de esto? La necesidad de comprender que cada discípulo, si merece realmente ese nombre, debe ser necesariamente un miembro altamente desarrollado de la familia humana.

 

Las tres partes de su naturaleza deben ser desarrolladas; su mente estar bien provista y funcionando, y saber cómo usarla; su sensible naturaleza emocional ser bien obediente a todo tipo de contacto; su cuerpo físico ser un medio adecuado de expresión para el alma que mora en él, y debe estar equipado para emprender las tareas a las cuales el hombre mismo se ha comprometido.

 

Ha habido entre los aspirantes durante muchos siglos una tendencia a desacreditar y rebajar a la mente. Ellos son propensos a decir volublemente, "La mente es la asesina de lo real”, y, a través de una inercia y pereza no admitidas, sentir que lo importante es tener desarrollada la naturaleza del corazón. Ellos miran la mente, con su capacidad de analizar y discriminar, como una trampa y una ilusión. Pero esto seguramente es un error. El conocimiento de Dios es tan necesario y tan importante como el amor de Dios; y a esto la nueva era, con su nuevo tipo de aspirante lo demostrará con toda seguridad. La santidad, la dulzura y una grata, amorosa disposición, tienen su lugar en la suma total de las características del aspirante, pero cuando están ligadas a la estupidez y a una mentalidad no desarrollada, no logran ser tan útiles como podrían serio cuando van unidas a la inteligencia. Cuando están unidas a un alto grado intelectual y con poderes mentales orientados al divino conocimiento, ellas producirán ese conocedor de Dios cuya influencia llega a ser mundial y el cual puede amar y enseñar a su prójimo.

 

Por lo tanto, Hércules fue entrenado en todas las habilidades y pudo tomar su lugar con los pensadores de su tiempo. También se nos dice que su altura era de cuatro codos, una manera simbólica de expresar el hecho de que había logrado su completo crecimiento en todos los aspectos de su cuádruple personalidad. El hombre, se nos dice, es el cubo, “la ciudad cuadrangular". Física , emocional y mentalmente, él estaba desarrollado y a estos tres factores se agrega un cuarto, un alma en posesión consciente de su mecanismo, la personalidad desarrollada.

 

Habiendo alcanzado su crecimiento y sido entrenado en todo lo que el mundo podía darle, se nos dice después que él procedió a matar a sus maestros. Los asesinó a todos y se libró de ellos. ¿Por qué? Porque había alcanzado el punto donde podía mantenerse sobre sus propios pies, sacando sus propias conclusiones, conduciendo su propia vida, y manejando sus propios asuntos. Era necesario, por consiguiente, librarse de todos aquellos que buscaban supervisarlo; tenía que desprenderse de la autoridad y salir a encontrar su propio camino y hacer sus propios contactos con la vida. En esto es en lo que muchos aspirantes perseveran en este tiempo. Ellos están en posesión de mucha teoría, tienen un conocimiento técnico relativamente amplio de la naturaleza del Sendero y de lo que deberían hacer en él, pero todavía no se han parado sobre sus propios pies y hollado ese Sendero solos y sin apoyo. Ellos necesitan apoyos, y buscan gente que les diga qué deben hacer y en qué deben creer. Encontraremos que en el tercer trabajo que Hércules ejecutó en el signo de Géminis, fue puesto a prueba sobre este punto y tuvo que probar que estaba justificado por haber dado este paso. Hace entonces el interesante descubrimiento de que no es tan libre ni tan fuerte como, en su juvenil entusiasmo, se imaginaba ser.

 

Cuando alcanzó la edad de dieciocho años, se nos dice, que mató un león que estaba devastando la comarca y que empezó a realizar otros servicios, de suerte que, poco a poco, su nombre llegó a la gente. El dieciocho es siempre un número significativo. En él tenemos el número diez, que es el número de la perfección de la personalidad, más el número ocho, el cual, según algunos numerólogos, es el número de la fuerza de Cristo. Es la fuerza de Cristo en el nuevo ciclo del discipulado, buscando expresarse a sí misma, la que produce la condición de disturbio y las dificultades que caracterizan esa etapa. Es tal vez de valor hacer notar lo siguiente:

 

"El número ocho es el círculo que nosotros ya hemos encontrado que es el recipiente de todas las potencias de las cuales la Luz traerá Perfección, pero ahora retorcido y vuelto sobre sí mismo. La serpiente no se traga más su cola, completando así su círculo, sino que se tuerce y se retuerce en el espacio y de las contorsiones de su retorcimiento sale una imagen revertida de sí misma... Pero en el dieciocho tenemos la visión del Recto y Angosto Sendero: el Punto se ha desarrollado en el uno y ha llegado a ser el eje alrededor del cual gira nuestra vida. En este grado el Iniciado ha enfrentado esta divina verdad y sentido la poderosa urgencia de la Vida misma. De aquí en adelante él se esfuerza para hacer la línea retorcida (8) subordinada a la línea recta (1)". (La llave del Destino, H. A. y F. H. Curtiss, pp. 246‑247).

 

Es interesante hacer notar también que se nos dice en la Kabalah:

 

"El décimo octavo sendero es llamado la Casa de la Influencia... y del seno de la investigación son sacados los arcanos y el sentido oculto, los cuales moran en su sombra y que se adhieren a ella desde la causa de todas las causas". (Sefer Yetzirah, Nº 30).

 

Esto es lo que Hércules, a la edad de dieciocho años, está señalado para hacer. El debe hollar el Sendero sobre el cual todas las cosas ocultas pueden ser sacadas a la Luz; ha alcanzado el punto donde puede lograr el conocimiento de sí mismo y empezar a investigar las fuerzas ocultas de la naturaleza. Este es el problema de todos los discípulos.

 

El siguiente episodio en su carrera, es su casamiento y el nacimiento de tres hijos, es una forma simbólica de expresar la verdad de que él se unificó con Psique, el alma. De esa unión nacieron o empezaron a manifestarse los tres aspectos del alma. Empezó a conocer la naturaleza de la voluntad espiritual y a usarla para dirigir su vida. Experimentó los trabajos del amor espiritual y se volvió consciente de la necesidad de servir. La mente espiritual empezó a revelarle la verdad y él vio el propósito subyacente. Estas son las más altas correspondencias de los tres aspectos de la personalidad, su mente, su naturaleza emocional y su cuerpo físico.

 

Ahora lo descubrimos atravesando una etapa muy particular. Nosotros leemos en la historia antigua que Hera (Psique o el alma) le volvió loco. Le volvió loco a través de los celos y, mientras estaba en ese curioso estado, leemos que mató a sus hijos y a sus amigos y a todo el que estuviese conectado con él. ¿No puede ser sugerido con respecto a esto, que él pasó a través de ese estado insano común a todos los que empiezan el Sendero del Discipula­do, en el cual una malsana conciencia sacrifica a todos y a todo al desarrollo del alma individual? Esta es una de las faltas más comunes en los aspirantes. Su sentido de la proporción es frecuentemente equivocado y su sentido de los valores distorsionado. La vida equilibrada y sana, que es la ideal para un Hijo de Dios, está subordinada a una determinación fanática de hacer progresos espirituales. La ambición espiritual domina en el ánimo del aspirante que se vuelve destructivo, desequilibrado y comúnmente, muy difícil de vivir con él. Hay mucho sentido profundo en el mandato bíblico: "No seas justo en demasía, ¿por qué deberías morir?” Esta etapa está curiosamente ejemplificada para nosotros, en los fanáticos sacrificios hechos en oriente, y bajo la Inquisición, la Confesión Protestante, y de todos quienes interpreta­ban a la verdad, contraria a la convicción de un grupo particular de creyentes.

 

Cuando Hércules se hubo recuperado de su insanía, como afortunada­mente lo hizo, se le dio un nuevo nombre, asignó una nueva residencia y se le impusieron los doce trabajos para que los cumpliera. Se nos dice que le dijeron estas palabras: "De ahora en adelante tu nombre no será más Alcides sino Heracles. Morarás en Tirjus, y allí, sirviendo, cumplirás tus trabajos. Cuando esto se logre tú serás uno de los inmortales". (Mitología Griega y Romana, Vol 1 Fox). Habiendo recobrado su cordura, el enfoque de su vida cambió. No vivió más donde lo hacía antes. El nombre del alma se volvió su nombre, y se le recordó constantemente así, que expresar la gloria del alma era su misión. Los doce grandes trabajos que pondrían el sello de la realiza­ción sobre su vida, y que indicarían su derecho a unirse al grupo de los Inmortales, estaban trazados para él, y entonces entró en el Camino.

 

Hércules simbolizaba en su persona la Cruz Fija en los cielos, formada por las cuatro constelaciones; Tauro, Leo, Escorpio y Acuario. La tradición nos dice que él era físicamente de cuello grueso (como el toro), como así también psicológicamente obstinado y pronto a atacar cualquier problema y a acometer ciegamente cualquier empresa. Nada podía desviarlo de su propósito, y nosotros veremos cuando estudiemos los trabajos, que los acometió temera­riamente. Nada lo disuadía o lo atemorizaba, y categóricamente seguía su camino. El antiguo lema que ha gobernado las actividades de todos los discípulos activos, se volvió el suyo, y su alma disfrutaba en él la necesidad de "poder hacer, poder atreverse, poder ser silencioso y el poder de conocer". "El poder de hacer" es el lema de Tauro, y esto él lo ejemplifica en sus doce trabajos. Simboliza a Leo porque siempre usaba la piel de león como una prueba de su coraje, y siendo el lema de este signo "el poder atreverse", ningún peligro le atemorizaba y ninguna dificultad le hacía volver atrás.

 

Tal vez su hazaña sobresaliente fue la que ejecutó en el signo de Escorpio; pues el gran trabajo era vencer la ilusión. Fue consumado y completado en el signo de Escorpio. El lema de este signo es el silencio. En Capricornio se convierte en el Iniciado, y esta etapa es siempre imposible hasta que la ilusión ha sido vencida y el poder del silencio ha sido logrado. Por consiguiente, cuando niño, aún en la cuna, incapaz de hablar, simbolizó el alto nivel de su realización, estrangulando las dos serpientes. Luego, en su madurez, simbolizó en sí mismo a Acuario, el Hombre, cuyo lema es "saber". Él tenía una mente y usaba su intelecto en trabajo y servicio activos.

 

Así, haciendo y atreviéndose, en silencio y con conocimiento, venció todos los obstáculos y pasó sin desanimarse de Aries a Piscis; empezando en Aries como el humilde aspirante y terminando en Piscis como el omnisciente, victorioso Salvador del Mundo.

 

Aquí podríamos señalar algo. En la historia de Hércules no se nos cuenta lo que él dijo; sólo lo que hizo. A través de sus actos ganó el derecho de hablar. En la historia de ese gran Hijo de Dios, Jesús el Cristo, se nos dice no sólo lo que hizo sino también lo que dijo. En el silencio de Hércules y en su firme realización, sin importar qué fracaso y dificultad pudiera haber enfrentado, y en su poder de resistencia, se nos muestran las características del discípulo. En la historia de Jesús el Cristo, a través de la demostración de sus poderes y por las palabras que hablaba, tenemos las pruebas del Iniciado.

 

Y ahora habiendo alcanzado la madurez, habiendo desarrollado las características necesarias para su misión, leemos que los dioses y diosas hicieron todo lo posible por equiparlo para el trabajo que tenía que realizar. Había recibido todo lo que el mundo podía darle; ahora los poderes del alma le fueron conferidos, y tenía que aprender cómo usarlos. Leemos que Minerva le dio una hermosa túnica, pero, como nunca leímos que él la usara, podemos deducir que esto es algo simbólico. Hay muchos casos en la historia en que se entrega un manto: José recibió una vestidura de muchos colores de su padre; el manto de Elías descendió sobre Eliseo y la túnica de Cristo fue dividida y por ella se pelearon los soldados en la crucifixión. Es opinión general que la túnica es el símbolo de la vocación. La vocación de Elías habría pasado a Eliseo; la vocación del Cristo, el Salvador del Mundo, llegó a un fin en la crucifixión cuando Él emprendió un más grande y más importante trabajo.

 

La sabiduría que fue ahora obtenida por Hércules, porque había hecho contactos con el alma, imprimió en él un sentido de vocación. Estaba empeñado en la vida espiritual y nada podía disuadirlo. Vulcano le dio una coraza de oro, magnética y protectora, el símbolo de la energía emanada de las altas fuentes del poder espiritual, que capacitará al aspirante para emprender los doce trabajos y seguir adelante sin amedrentarse. De Neptuno, el dios de las aguas, recibió caballos. La simbología subyacente en este obsequio es muy interesante. Los caballos, como así también Neptuno, el dios de las aguas y la deidad de lo acuoso, la naturaleza emocional, representan la capacidad de ser arrebatado, ya sea por una línea de pensamiento o por una reacción emocional. Esta naturaleza emocional, fluídica, con su sensibilidad y su poder de sentir, cuando es usada correctamente y subordinada a los propósitos de Dios, es una de las más grandes posesiones que el discípulo tiene. Con la ayuda de Neptuno y los rápidos corceles, Hércules podía estar en contacto con la esfera más distante en la cual sus trabajos podían ser ejecutados. A través de la sensibilidad emocional y la respuesta, nosotros, también, pode­mos estar en contacto con el mundo en el cual nuestros trabajos son ejecuta­dos. Equipado, por lo tanto, con vocación, energía espiritual y sensibilidad, el obsequio de una espada que vino de Mercurio, el mensajero de los dioses es de profunda significación, pues la espada es el símbolo de la mente que divide en pedazos, separa y destruye. A través de su uso, Mercurio agrega a los otros dones conferidos a Hércules, el del análisis mental y la discrimina­ción. Se nos dice que Apolo, el mismo Dios Sol, se interesó en Hércules y reflexionó acerca de qué podría darle que le sirviera. Finalmente le dio un arco y una flecha, simbolizando la capacidad de ir rectamente a la meta; símbolo también de esa penetrante iluminación, que como una flecha de luz podría iluminar la oscuridad de su sendero cuando fuera necesario.

 

Así equipado, Hércules permanece listo para el gran esfuerzo. Y cuando todos los dones habían sido concedidos y él permanecía con su divino equipo, leemos acerca del más intrigante, pequeño detalle: salió y cortó para sí un garrote. Todos estos presentes divinos eran muy hermosos y magníficos, pero todavía no sabía cómo usarlos. Sentía su vocación, creía en la energía espiritual, se le dijo que poseía los caballos del contacto y que, si él quería, el arco y la flecha de la iluminación eran suyos; pero a él le agradaba la maza familiar de su propia invención. Prefería abrirse camino con lo que sabía que podría usar, antes que usar las herramientas no conocidas que se le habían dado. Por lo tanto empuñó su clava de madera y emprendió sus trabajos.

 

 

 

 

 

Trabajo 8

 

Destruyendo la Hidra de Lerna

 

(Escorpio, 23 Octubre ‑ 22 Noviembre)

 

El Mito*

 

El Gran Presidente, vestido de radiante calma, dijo solamente una palabra. El Maestro oyó la orden de oro, y convocó a Hércules, el hijo de Dios que era también el hijo del hombre.

 

"La luz brilla ahora en el octavo Portal”, dijo el Maestro. "En el antiguo Argos hubo una sequía. Amimona suplicó la ayuda de Neptuno. Éste le ordenó que golpeara una roca, y cuando ella lo hizo, brotaron tres corrientes cristalinas; pero prontamente una hidra hizo allí su morada.

 

"Junto al Río Amimona, está el infesto pantano de Lerna. Dentro de esta fétida ciénaga yace la monstruosa hidra, una calamidad en la comarca. Esta criatura tiene nueve cabezas, y una de ellas es inmortal. Prepárate a combatir con esta repugnante bestia. No pienses que pueden servirte, medios ordina­rios; destruyes una cabeza, dos crecen aceleradamente". Hércules esperaba con expectación.

 

“Yo sólo puedo dar una palabra de consejo”, dijo el Maestro. "Ascende­mos arrodillándonos; vencemos cediendo; ganamos renunciando. Ve. ¡Oh, hijo de Dios e hijo del hombre, y vence!" Entonces, Hércules pasó a través del octavo Portal.

 

El estancado pantano de Lerna era una mancha que desalentaba a todos los que llegaban a sus confines. Su hedor contaminaba toda la atmósfera en un espacio de siete millas. Cuando Hércules se aproximó, tuvo que detenerse, pues sólo el olor casi lo venció. La cenagosa arena movediza era un peligro, y más de una vez Hércules rápidamente retiró su pie temiendo que fuera succionado por la tierra floja.

 

Finalmente encontró la guarida donde moraba la monstruosa bestia. Dentro de una caverna donde reinaba perpetua noche, la hidra estaba oculta. De día y de noche Hércules rondaba el traicionero pantano, esperando el momento propicio en que la bestia saliera. Vigilaba en vano. El monstruo permanecía dentro de su fétida ciénaga.

 

Recurriendo a una estratagema, Hércules sumergió sus flechas en brea ardiendo y las hizo llover directamente dentro de la bostezante caverna donde moraba la horrible bestia. Una agitación y conmoción sobrevino al punto.

 

La hidra emergió, con sus nueve encolerizadas cabezas exhalando llamaradas. Su escamosa cola azotaba furiosamente el agua y el barro salpicando a Hércules. A tres brazas de altura se levantó el monstruo, una cosa de tal fealdad que parecía como si hubiera sido hecha con los más impuros pensa­mientos concebidos desde que empezó el tiempo. La hidra se abalanzó sobre Hércules y buscó enrollarse alrededor de sus pies. El se apartó y le asestó un golpe tan demoledor que una de sus cabezas fue inmediatamente separada. Apenas había esta horrible cabeza caído dentro del pantano, dos crecieron en su lugar. Una y otra vez Hércules atacó al furioso monstruo, pero con cada asalto se volvía más fuerte, no más débil.

 

Entonces Hércules se acordó que su Maestro había dicho, “nos elevamos arrodillándonos”. Arrojando a un lado su garrote, Hércules se arrodilló, agarró a la hidra con sus manos desnudas y la levantó en el aire. Suspendida en medio del aire, su fuerza disminuyó. De rodillas entonces, él sostuvo a la hidra alto por encima suyo para que el aire y la luz purificadoras pudieran tener su esperado efecto. El monstruo, fuerte en la oscuridad y el pantanoso barro, pronto perdió su poder cuando los rayos del sol y el contacto del viento cayeron sobre él.

 

Se esforzó convulsivamente, pasando un estremecimiento a través de su repugnante figura. Más y más desfallecida se hizo su lucha hasta que fue vencida. Las nueve cabezas se inclinaron, luego con jadeantes bocas y vidriosos ojos cayeron flojamente hacia adelante. Pero sólo cuando ellas yacían sin vida, Hércules percibió la mística cabeza que era inmortal.

 

Entonces Hércules cortó la cabeza inmortal de la hidra y la enterró, silbando todavía ferozmente, debajo de una roca.

 

Retornando, Hércules se paró delante de su Maestro. "La victoria ha sido lograda”, dijo el Maestro. "La luz que brilla en el octavo Portal está ahora mezclada con tu propia luz".

 

Francis Merchant

 

 

Introducción

 

De nuevo encontramos variaciones en las versiones del mito y no tenemos el relato del mito hecho por El Tibetano para guiarnos. La historia de que la novena cabeza era la cabeza inmortal, parece descartada por la sencilla afirmación de El Tibetano de que eran tres veces tres, o nueve pruebas. La versión usada por Francis Merchant en el mito, parece más precisa, es decir, que nueve cabezas fueron destruidas, y entonces apareció la mística, inmortal cabeza. Además, el relato de que esta gran cabeza fue "enterrada bajo una roca" da motivo para mucha reflexión. Tal vez el uso de la frase "escondida bajo la roca de la voluntad”, es revelador. Todas las versiones dicen que fue pues, enterrada.

 

En algunos relatos se dice que Hércules quemó completamente las cabe­zas, y que el fuego divino sería ciertamente necesario para esta destrucción. De cualquier modo, es imposible negar la poderosa descripción del mundo del discípulo en esta prueba suprema, sumergiéndose hasta las rodillas en la humanidad y levantando al monstruo (todos los males acumulados, errores, fracasos de su largo pasado) en el aire del espíritu, donde por su verdadera naturaleza, la hidra no podía vivir, y así se consumió y murió. El uso del fuego, en el esfuerzo preliminar, contiene no obstante este símbolo en la descripción.

 

Mientras el sexo, bajo la prueba de la compensación de los opuestos y la doble soberanía de Marte, tiene su lugar especial, el excesivo énfasis de esta sola faceta no es suficientemente inclusivo. Todos los pares de opuestos tienen que ser compensados en este gran signo, un signo avanzado del integrado, consciente discípulo; no un signo sórdido del hombre no evolucio­nado, como se piensa a menudo. De nuevo se debe leer cuidadosamente y distinguir entre gente en la rueda ordinaria y discípulos en la rueda revertida. Todo lo cual es presentado para el estudio del lector.

 

Análisis psicológico del Mito

 

A Hércules se le dijo que encontrara la hidra de nueve cabezas que vivía en un pantano inundado de hedor. Este monstruo tiene su contraparte subjetiva. Mora dentro de las cavernas de la mente. En la oscuridad y el fango de los huecos mentales no iluminados, prospera.

 

Profundamente alojada dentro de las regiones subterráneas del subcons­ciente, ya quieta o explotando en tumultuoso frenesí, la bestia establece su residencia permanente. Su existencia no se descubre fácilmente. Pasa un largo tiempo antes de que el individuo se dé cuenta que él está alimentando y sustentando a una criatura tan feroz. Las ardientes flechas de la inflamada aspiración deben ser descargadas antes de que su presencia se revele.

 

Combatir a tan formidable enemigo es ciertamente una heroica tarea para un hijo de hombre, aún cuando él sea también un hijo de Dios. Cercena una cabeza, y otra crece en su lugar. Cada vez que un deseo o un pensamiento bajos son vencidos, otros toman su lugar.

 

Hércules hace tres cosas: se da cuenta de la existencia de la hidra, la busca pacientemente, y finalmente la destruye. Se necesita la discriminación para darse cuenta de su existencia; la paciencia, para descubrir su guarida; la humildad, para sacar los viscosos fragmentos del subconsciente a la superfi­cie, y exponerlos a la luz de la sabiduría.

 

Mientras Hércules luchó en el pantano, en medio del fango, el cieno, y la arena movediza, fue incapaz de vencer a la hidra. Tuvo que levantar al monstruo en el aire; esto es, trasladar su problema a otra dimensión, para poder resolverlo. Con toda humildad, arrodillándose en el fango, tuvo que examinar su dilema a la luz de la sabiduría y en la atmósfera elevada del pensamiento escrutador. De estas consideraciones podemos deducir que las soluciones a muchos de nuestros problemas vienen sólo cuando se logra un nuevo foco de atención, cuando se establece una nueva perspectiva.

 

Se nos dice que una de las cabezas de la hidra es inmortal, esto implicaría que toda dificultad, con todo lo terrible que parezca ser, contiene una joya de gran valor. Es siempre fútil no intentar dominar la naturaleza inferior y descubrir esa joya.

 

La cabeza inmortal separada del cuerpo de la hidra, es enterrada debajo de una roca. Esto significa que la energía concentrada que crea un problema todavía permanece, purificada, dirigida de nuevo y acrecentada, después que la victoria ha sido ganada. Tal, poder debe entonces ser rectamente controla­do y canalizado. Debajo de la roca de la persistente voluntad, la cabeza inmortal se vuelve una fuente de poder.

 

Las Nuevas Cabezas de la Hidra

 

La tarea asignada a Hércules tiene nueve facetas. Cada cabeza de la hidra representa uno de los problemas que acosan a la persona valerosa que busca lograr el dominio de sí misma. Tres de estas cabezas simbolizan los apetitos asociados con el deseo, la comodidad y el dinero. El segundo grupo de tres concierne a las pasiones del temor, el odio y el deseo de poder. Las últimas tres cabezas representan los vicios de la mente no iluminada: el orgullo, el separatismo y la crueldad.

(Ver Astrología Esotérica, p. 143 y sig.)

 

Las dimensiones de la tarea que Hércules emprendió son así evidentemen­te claras. Él tenía que aprender el arte de transmutar las energías que tan frecuentemente precipitan a los seres humanos en catastróficas tragedias. Las nueve fuerzas que han producido indecibles estragos entre los hijos de los hombres desde el principio del tiempo, tenían que ser redirigidas y transmu­tadas.

 

Los hombres hoy en día están aún esforzándose para lograr lo que Hércu­les tuvo éxito en llevar a cabo. Los problemas que surgen del abuso de la energía conocido como sexo, atraen nuestra atención por todas partes. El amor a la comodidad, al lujo y a las posesiones exteriores, prevalece todavía con fuerza en la raza humana. La búsqueda del dinero como un fin en lugar de un medio, reduce la vida de incontables hombres y mujeres. Así, la tarea de destruir las tres primeras cabezas continúa desafiando los poderes de la humanidad, miles de años después que Hércules realizó su extraordinaria proeza.

 

Las tres cualidades del carácter que Hércules tenia que expresar, eran humildad, coraje y discernimiento. Humildad, para ver su condición objetivamente y reconocer sus defectos; coraje, para atacar al monstruo que permanece enroscado a las raíces de su naturaleza; discernimiento, para descubrir una técnica para habérselas con su mortal enemigo.

 

Destapar el pozo de los bajos deseos y los impulsos egoístas que supuran en la naturaleza subconsciente, ha sido el trabajo del moderno psicoanálisis. La técnica más reciente lleva los desagradables datos de los impulsos reprimidos a la superficie, es verdad, pero a menudo se detiene en ese punto. El individuo se da cuenta que un monstruo yace oculto en las áreas subterráneas de la conciencia de sí mismo, pero se siente desconcertado y perplejo tratando de habérselas con este formidable enemigo.

 

Hércules invoca una luz más brillante que la de la mente que analiza. Busca elevar su problema a una dimensión superior, no remover perpetuamente en el lodazal del subconsciente. Esforzándose para ver su dilema a la luz de esa sabiduría que llamamos el alma, él lo confronta desde un nuevo ángulo de visión. Haciéndolo así, rompe el apretón de la hidra, y eventualmente somete a la bestia.

 

Luchando con la Hidra, Moderna Versión

 

Una consideración de los nueve problemas que confronta la persona que busca matar a la hidra en este tiempo y época, deberá arrojar luz en las fuerzas extrañas que trabajan en ese barril de explosivo, la mente humana.

 

1. El sexo. La gazmoñería victoriana y el prurito psicoanalítico, son ambos indeseables. El sexo es una energía. Puede ser inhibido, desenfrenadamente ejercitado, o sublimado. La represión o la inhibición no son verdaderamente soluciones; la promiscuidad hace la vida vulgar, y hace de un hombre el esclavo de una pasión dominadora. La sublimación implica el uso de la energía del sexo en esfuerzo creador.

 

La transmutación de las energías humanas abre un campo de especulación y experimento. En la ciencia física, la energía del movimiento puede ser transformada en electricidad, y la del calor, en movimiento. ¿Hasta qué punto, entonces, pueden las energías humanas ser reorientadas? En primer lugar, la energía de la materia, representada por el alimento, es obviamente usada para producir la del movimiento. ¿Puede la energía impulsora de las emociones ser análogamente reencauzada en la actividad del pensamiento? ¿Puede la energía de las pasiones agitadas encontrar expresión como aspira­ción? ¿Pueden las tendencias y las compulsiones de la naturaleza humana ser transmutadas en forma tal, que se vuelven poderes benéficos? ¿Puede la energía que produce el pensamiento ser utilizada como el poder de síntesis que resulta en un sentimiento de identificación con todas las cosas vivientes?

 

La experiencia de Hércules indica que tales posibilidades existen, y que el que someta a la hidra de las pasiones y de la mente separatista debe resolver problemas de esta naturaleza.

 

2. La comodidad. Un eterno sentimiento de insatisfacción, aguijonea al hombre a buscar siempre más grandes alturas de realización. El confort es a menudo un freno sobre tales esfuerzos. Cargado con posesiones y embotado por la seductora sensación del confort, el espíritu se marchita y se debilita. El prisionero de la comodidad se sume en la apatía, olvidando las luchas y pruebas que templan la afilada hoja del esfuerzo espiritual. La voluntad de buscar, la tendencia impulsora de resolver el misterio en la bellota de la vida, es ajena a la inclinación narcisista de hacer del confort un motivo central de la vida.

 

3. El dinero. La acumulación de dinero es una pasión dominante que yace detrás de las actividades de los pueblos y las naciones. Se hace caso omiso de los valores éticos y morales, en el loco esfuerzo por reunir el poder que confiere el oro. Inevitablemente, las elecciones están determinadas por las consideraciones del dinero, antes que por las convicciones espirituales o los principios éticos. El impulso de acumular riqueza es insaciable. No importa cuánta tenga una persona, ávidamente aún desea más.

 

Un deformado efecto de esta forma de distorsión mental es el egocentris­mo. El individuo que sufre de esta aflicción, desea muy a menudo recibir todo y no dar nada. El estado del Universo está determinado para él por lo que él logra adquirir. Se mira a sí mismo como un punto terminal, y no se reconoce la responsabilidad de otorgar a otros los beneficios que él mismo ha recibido. ¿No son los bienes intelectuales y el tesoro espiritual aspectos de la riqueza que deberían pretender nuestros esfuerzos? Ellos pueden ser compartidos con todos, y el que da todo lo que tiene, se encuentra a sí mismo más rico de lo que era antes. El impulso de adquirir bienes materiales puede algún día ser transmutado en el deseo de acumular conocimiento y la voluntad de adquirir las joyas de espíritu.

 

4. El miedo. En innumerables formas los fantasmas del miedo atormentan a los hijos de los hombres. Estas formas ilusorias los confunden y los amedrentan, actuando como grilletes en sus pies y como una piedra de molino alrededor de su cuello. Muchas personas se agachan cobardemente, cuando son obsesionadas por los agudos miedos al ridículo, al fracaso, a lo desconocido, a la vejez, al peligro o a la muerte.

 

¿Pueden estos miedos ser eliminados? La experiencia de Hércules sugiere que ellos pueden ser vencidos elevando la conciencia a un punto más alto de integración. Cuando la vida de una persona es reenfocada alrededor de un propósito superior, a las sombras amenazadoras del miedo, se las hace retroceder a la periferia del pensamiento. Mientras los monstruos indeterminados del miedo acechen en el crepúsculo del subconsciente, tendrán el poder de hacer palidecer las mejillas y helar el corazón.

 

Un soldado, intentando derrotar al enemigo, arriesga la vida misma. Una madre, arrebatando su hijo al peligro, olvida sus propios temores. El automovilista, lanzándose autopista abajo a gran velocidad, arriesga su vida y sus miembros por amor a la aventura. Estas personas han enfocado su atención por encima del punto donde se encuentra el miedo. El individuo espiritual­mente orientado, ha centrado su pensamiento a un nivel demasiado purifica­do para que el miedo llegue hasta allí.

 

5. El odio. El odio tiene sus raíces en la negación. Es lo opuesto al deseo de la unión. Elevado a una dimensión superior, el odio se transmuta en el repudio de todo lo que es irreal. Cuando el odio es despojado de todo contenido emocional, se puede transformar en una energía que causa que un hombre regenere la forma, por el amor de vida que en ella vierte. Sobre el arco inferior, es con toda seguridad, destructivo; sobre el superior, cuando es completamente purificado, se le puede ver como el lado positivo del amor.

 

6. El deseo de poder. Durante los últimos cien años el hombre ha liberado la energía de poder mucho más que la del amor. El resultado es la inestabi­lidad y el desequilibrio. El poder, cuando no está relacionado con el amor, es una fuerza corruptora. Muchas tragedias en las relaciones humanas, resultan del incontrolado deseo de dominar la verdad de los otros, de dictar y regular su conducta. El que substituye los principios éticos por consideraciones de poder, engendra perpetua lucha. Los altos ideales que han servido como faros a través de los siglos, la hermandad, la cooperación, el idealismo, brillan oscuramente mientras el poder es el factor determinante en la sociedad.

 

Cuando es transmutada, sin embargo, la voluntad de poder se convierte en la voluntad de realizar y la voluntad de sacrificio. La rigurosa, egocéntrica voluntad, se transforma en un agente dispensador de dones benéficos. En­tonces, realmente, el poder sirve al amor y el amor glorifica al poder.

 

7. El orgullo. Los muros construidos por el orgullo encarcelan al hombre más seguramente que los barrotes de una prisión. Sujeto por las pesadas cadenas de pensamientos autoenaltecedores, él mira a los otros seres huma­nos con condescendecia. Así debilita el vínculo que unifica a todos los hombres en indisoluble hermandad. Colocándose aparte, él se aleja progre­sivamente, más allá del círculo de las simpatías humanas.

 

Hércules cae de rodillas mientras lucha con la hidra, simbolizando con esta postura el espíritu de humildad que se debe lograr. La exaltación de las inclinaciones personales debe ser reemplazada por la expresión de las tendencias al autosacrificio.

 

8. La separatividad. La mente analítica divide y subdivide, apreciando la parte por encima de todo. Se coloca mayor énfasis sobre las indicaciones de la diversidad que en el hecho sobresaliente de la unidad. Tal pensamiento fragmentado se opone al impulso hacia la síntesis.

 

La actitud separatista es más consciente de las diferencias entre los hombres que de las similitudes; concibe a la religión como una serie de unidades antagónicas antes, que como una simple expresión del impulso espiritual; considera la oposición de las clases en la sociedad como más importante que la sencilla humanidad que hace hermanos a los hombres; ve a la tierra como una serie de naciones diferentes antes que como un mundo.

 

Hércules tenía que ver a la hidra como a un monstruo, no como una bestia con nueve cabezas diferentes. Mientras él buscó separar las cabezas una por una, no tuvo éxito. Cuando finalmente se ocupó de ella como de una unidad, logró la victoria.

 

9. La crueldad. La satisfacción que experimentan los hombres en herir a los otros, es un testimonio de la existencia de tendencias perversas que corroen la mente. El deleite en causar sufrimiento a nuestros semejantes es una enfermedad. Esta repugnante cabeza de la hidra debe ser destruida de una vez por todas antes de que un hombre pueda proclamarse como humanizado. La vida moderna ofrece muchos ejemplos de brutalidad y desenfre­nada crueldad. En muchas familias los niños sensibles son reprendidos, ridiculizados y menospreciados por aquellos que rehusan tomarse la molestia de comprenderlos; los esposos y las esposas están diariamente proclamando al mundo en instancias de divorcio, que ellos son víctimas de tortura mental; las cortes judiciales y los hospitales muestran evidencias acumuladas del placer irracional que los seres humanos tienen en atormentarse mutuamente. “Lo hacemos por entretenernos”, dijo un gangster juvenil recientemente, "no por dinero".

 

Cuando este monstruo de la crueldad es elevado en el aire a la luz de la razón y la compasión, pierde su poder. La tarea de transformar la energía de la crueldad en la de una activa compasión, aún permanece. En dos pruebas Hércules "mató" cuando debería haber amado, pero en Escorpio él realizó esta transformación, extirpando de su propia naturaleza una tendencia que lo habría perjudicado en toda empresa futura.

 

Tal es el logro de Hércules, psicológicamente hablando, en este trabajo. Ha dado entrada a la luz dentro del oscuro retiro del subconsciente, ha luchado con las fuerzas monstruosas que se revuelcan en el fango subliminal, y ha vencido a los enemigos de su propia casa. Un proceso purificador ha tenido lugar, y Hércules está ahora listo para aventurarse en el próximo trabajo, en el que tendrá que demostrar su habilidad para controlar los poderes y potencias de la mente.

 

 

 

 

 

 

 Aplicaciones a la Vida

 

(Condensación de una conferencia de A.A.B.)

 

El de Escorpio es el trabajo que desde ciertos ángulos nos ha preocupado y nos preocupará por largo tiempo porque, a diferencia de Hércules, nosotros no hemos triunfado sobre la hidra. La mayoría de nosotros está ocupada con los métodos fútiles empleados primero por él en esta prueba.

 

Este es principalmente el problema de la humanidad, pero individualmen­te estamos tan profundamente interesados en nuestra propia evolución que olvidamos el panorama más amplio. Si alguna vez vamos a trepar la cima de la montaña en Capricornio, debemos perder de vista la personalidad y empezar a funcionar como almas.

 

En mis momentos supremos yo sé teóricamente lo que deberían ser mi actitud y mis acciones, pero sigo confundida. ¿Por qué? A causa de una ley fundamental de que todo en la naturaleza evoluciona secuencialmente, paso a paso, línea sobre línea, precepto sobre precepto. Podría ser una experiencia devastadora si yo limpiara más rápidamente mi personalidad, para que toda la fuerza de mi alma pudiera fluir. Yo sería arrastrada de mis pies por el poder y la luz, la omnisciencia y la omnipotencia de mi alma. No sabría qué hacer con lo que tuviera. Esto no significa que todo lo que tengo que hacer es sentarme y dejar que la ley trabaje, descansar del trabajo y que la evolución me lleve consigo hasta que en cierto momento me realice. Esto significa que en este momento estoy en el campo de batalla, Kurukshetra, y que voy a habérmelas con la hidra en Escorpio, pues es este trabajo el que está preocupando a la humanidad hoy en día.

 

La verdadera prueba de Escorpio nunca tiene lugar hasta que uno está coordinado, hasta que la mente, la naturaleza emocional y la naturaleza física están funcionando como una unidad. Entonces el hombre pasa a Escorpio donde su equilibrio es trastornado y el deseo parece excesivo, cuando había pensado que estaba equilibrado. La mente, que él estaba completamente seguro que estaba empezando a controlar su personalidad, parece no funcionar. A medida que estudiamos a Hércules, nos vemos a nosotros mismos.

 

Recuerda que hay tres cosas que el discípulo debe hacer en Escorpio. Él tiene que demostrar, no a la Jerarquía, no al observador, sino a sí mismo, que ha vencido a la gran ilusión; esa materia, esa forma no puede retenerlo más. Hércules tiene que demostrarse a sí mismo, que la forma es simplemente un canal de expresión por medio del cual él se pone en contacto con un gran campo de la manifestación divina. Leyendo algunos libros de religión uno podría llegar a la conclusión de que la forma, la emoción y la mente son todas malas, cosas indeseables de las que hay que liberarse. A mi juicio, es fundamental entender el pensamiento de que si yo me libero de la forma física no tengo medios de hacer contacto con la expresión divina, porque Dios está en mi prójimo, en este mundo físico, tangible, en el que vivo, y que si yo no tengo forma, no tengo ninguno de mis cinco sentidos, le impido la entrada a mi Dios interno de alguna manera. La personalidad no debe ser matada, no debe ser suprimida, debe ser reconocida como un triple canal de expresión para los tres aspectos divinos. Todo depende de si nosotros usamos esa triple personalidad por egoísmo o para fines divinos. La gran ilusión es la utilización de esa personalidad para fines egoístas. Para resumir toda la historia, en este signo de Escorpio, el Yo está determinado a matar al pequeño yo, para enseñarle el significado de la resurrección.

 

¿Qué es la Muerte?

 

Hay tres signos de muerte en el zodíaco; tres grandes muertes tienen lugar a medida que progresamos alrededor del campo de la vida. En Cáncer, tenemos la muerte del ser elemental (es decir, el hombre) para que el ser humano pueda llegar a existir. A través del zodíaco nosotros siempre pode­mos decir: "Aquí está la muerte para..."

 

Siempre, la muerte es una entrada a una vida más plena, a una experiencia más plena, a un alcance y realización más plenos. Es la muerte de la personalidad para que el alma pueda hacerse cargo de la personalidad y expresar la vida a través de ella. En Piscis tenemos la crucifixión, la muerte de un salvador del mundo, porque él ha cumplido perfectamente su función.

 

La muerte en astrología puede significar muchas cosas. Tal vez ella puede querer decir que vamos a morir. Esa es una interpretación. Tal vez vamos a morir a una vieja emoción. Ha llegado “la muerte". Algunas ideas cristalizadas, sostenidas durante mucho tiempo, algunos dogmas, que han gobernado nuestras actividades hasta ahora, han llegado simplemente a un fin, y nosotros nos preguntamos cómo pudimos haber pensado de la manera en que lo hicimos. Esa línea de pensamiento ha muerto. Es valioso lograr el gran cuadro y aprender a interpretarlo en los variados aspectos de la personalidad.

 

Escorpio, el Signo de la Magia

 

Magia no significa hacer cosas curiosas: la verdadera magia es la expresión del alma por medio de la forma. La magia negra es el uso de la forma para ganar lo que queremos para la forma. La magia negra es puro egoísmo. La magia blanca es el uso del alma con propósitos de elevación humana, utilizando la personalidad. ¿Por qué es Escorpio el signo de la magia? Un antiguo libro dice: "Virgo es la hechicera, ella prepara los ingredientes que son pesados en la balanza en Libra, y en Escorpio el trabajo mágico es llevado adelante". En los términos del aspirante esto quiere decir que en Virgo yo descubrí al Cristo en mí misma, que a través de los años mi naturaleza forma ha nutrido un Cristo; en Libra fluctuó entre los pares de opuestos, la forma y la naturaleza de Cristo, hasta que logré el equilibrio y el Cristo y la materia están en un estado de equilibrio. En Escorpio, soy probada, en cuanto a cual triunfará, la forma o el Cristo, el Yo superior o el yo inferior, lo real o lo irreal, lo verdadero o la ilusión. Esa es la historia fundamental de Escorpio.

 

Las Constelaciones y las Estrellas

 

Tauro, que es el opuesto de Escorpio, es el signo del deseo expresado predominantemente en el plano físico, como sexo. En el corazón de Escorpio encontramos a Antares, una de las cuatro estrellas reales, una estrella roja. Rojo es el color del deseo, y ésta es la estrella más roja en los cielos, ella simboliza ese rojo del deseo que sostiene toda manifestación de la vida divina.

 

En Géminis, en la recolección de las manzanas de oro, Hércules luchó también con Antares. Aquí nuevamente en Escorpio tenemos que luchar con la estrella roja. ¿Por qué? Porque el problema de la humanidad en este nuestro gran sistema solar, es el de la atracción entre los opuestos (signifi­cando el deseo). Siempre hay dualidad, lo que es deseado y el que desea. Aquila, el águila, es intercambiable con Escorpio. El águila tiene mucho que ver con los Estados Unidos y la flecha de Sagitario, el signo siguiente, es también dominante en el sello de los Estados Unidos. Aquila, el águila, es el pájaro fuera del tiempo y el espacio, y así como Hércules lucha con la hidra que ve arriba, ve al águila, y se le recuerda que él ha venido a la encarnación y que retornará al lugar de donde vino.

 

Hay tres constelaciones conectadas con este signo que son sumamente interesantes. Primero, está Serpens, la serpiente de la ilusión, la serpiente con la que nos encontramos en el Génesis, que engañó a Eva. La segunda es Ophiuchus, el hombre que lucha con la serpiente. El antiguo zodíaco representa a la serpiente en las manos de este hombre. Él la apresa con ambas manos y pisa sobre su corazón, que es la estrella roja del deseo. Mientras hace esto, mira hacia la constelación que vemos en Libra, la corona. Así, tenemos la personalidad, simbolizada por Ophiuchus, luchando con la serpiente de la ilusión, con la corona a la que él aspira, sostenida delante suyo.

 

La tercera constelación es llamada Hércules y representa al aspirante, mirando no a la corona sino al águila. Aquila. La personalidad mira la corona pero dice: "Estoy pasando por un momento muy difícil, mi ambiente está en mi contra, las condiciones de mi hogar son penosas, pero algún día obtendré una corona". Hércules, el discípulo, no está interesado en la corona, está mirando al águila, el aspecto espíritu. Está ocupado con ese maravilloso símbolo de luz que brota, que hace posible toda victoria.

 

Mantén tu ojo en el águila; haz descender el fuego; no mires a la tierra; céntrate en la divinidad. 

A.A.B.

 

* Empezando con Escorpio, el relato del mito será escrito por el Dr. Francis Merchant, ya que ninguna copia adicional del Tibetano se encontró entre los papeles de A.A.B. Él ha usado el mejor material disponible para los detalles de la historia, vertiéndola en la cadencia yámbica de El Antiguo Comentario. Otro material de A.A.B. es usado como antes, con algunas condensaciones y reescrituras necesarias.

 

 

 

 

 

 

 

Tránsito a través de los Signos

 

(Como un escenario en el drama desempeñado en cada Signo

esta breve reseña parece integrar la Serie de Hércules)

 

 

El progreso de Hércules desde el plano material, a través del plano emocional o del deseo, y hacia afuera en la manifestación física, y luego su tránsito a través de los doce signos, y por medio de los doce trabajos, hasta el punto donde se vuelve un inspirado Iniciado, puede ser bosquejado para nosotros brevemente en la siguiente representación:

 

En Aries (21 marzo ‑ 20 abril*, el Carnero), a través de la captura de las Yeguas Devoradoras de Hombres, lo vemos hacer su partida, reaccionar al impulso del pensamiento, y aprender algo del control de la mente. Como el discípulo inteligente, él empieza su carrera, comenzando con un indefinido impulso espiritual hacia la justicia y terminando como el salvador del mundo.

 

En Tauro (21 abril ‑ 20 mayo*, el Toro), él tiene que conocer la naturaleza del deseo, tiene que trasmutarla en aspiración, que dominar el sexo, y usarlo rectamente, y así capturar al Toro de Creta. Este fuerte impulso, y la potencia de la atracción, es, como veremos, lo que produce la gran ilusión, pero lo que puede, eventualmente, volverse la causa de la iluminación.

 

Pasando al signo de Géminis (21 mayo ‑ 20 junio*, los Gemelos), el progreso del discípulo, hasta aquí subjetivo y caracterizado por el pensamien­to y el deseo, resulta en la expresión en el plano físico. En este signo él llega al conocimiento de sí mismo como una personalidad y recoge las manzanas de oro del conocimiento, subordinando a su empresa los tres aspectos del yo personal inferior, el cuerpo físico, la naturaleza del deseo‑sentimiento y la mente.

 

En Cáncer (21 junio ‑ 21 julio*, el Cangrejo), la facultad superior de la intuición es puesta en juego, y esto está simbolizado para nosotros en la captura de la elusiva Gama o Cierva, sensible y difícil de encontrar. En sus cielos previos de experiencias de la vida, él ha trasmutado el instinto en intelecto, pero ahora como el discípulo, debe trasmutar el intelecto en intuición. Las correspondencias superiores de todos los poderes inferiores tienen que ser desarrolladas y utilizadas.

 

Así equipado, en Leo (22 julio ‑ 21 agosto*, el León), emprende el más conocido de sus trabajos, el matar al León de Nemea. Él demuestra en esta prueba el poder de hacer dos cosas y prueba a su vigilante maestro. Euristeo, que su personalidad reenfocada y coordinada se caracteriza por ese decidido coraje que es el don de la gente nacida en este signo, y atestigua también a través de este trabajo que lo inferior puede estar subordinado a lo superior. A través del servicio prestado y de la sensatez de su proceder, da una garantía de la fuerza de su propósito.

 

Nosotros podríamos considerar a estos cinco trabajos, en Aries, Tauro, Géminis, Cáncer y Leo, como cubriendo todo el período del Sendero del Noviciado y el matar al León de Nemea es el clímax de esa parte de la lucha. Ahora está listo para caminar el Sendero del Discipulado, en el cual Cristo, el morador, se revela gradualmente, la materia es firmemente subordinada a los usos del alma, y el aspecto forma viene a ser considerado simplemente como la madre del Cristo Niño. Este progresivo conocimiento empieza en Virgo, el sexto signo, el signo del pesebre, y se consuma en Capricornio, el décimo signo, el signo del nacimiento de todos los dioses del sol. En el Sendero del Discipulado, él tiene que demostrar, en segundo lugar, que ha vencido a la ilusión, que el mágico hechizo que impone la materia sobre el espíritu no lo engaña más. Esto es mostrado dramáticamente en el trabajo realizado en Escorpio, al matar a la Hidra de Nueve Cabezas. Después de Capricornio, se vuelve un servidor de la humanidad, consagrado al trabajo de la Jerarquía, y esta dedicación espiritual al servicio, encuentra su expresión en los dos últimos signos del círculo zodiacal, los de Acuario y Piscis.

 

En Virgo (22 agosto ‑ 21 septiembre*, la Virgen), por lo tanto, el primero de los signos del discípulo, realiza su sexto trabajo, y se apodera del cinturón de Hipólita, la Reina de la Amazonas. Es interesante señalar que el primer trabajo en el sendero probatorio empezó con un fracaso parcial, en Aries, y el primer trabajo en el Sendero del Discipulado en Virgo, es también "hecho, pero mal hecho". El discípulo nunca debe abandonar su guardia, pues siempre está el peligro del error y la equivocación. Sus verdaderas virtudes pueden llegar a ser su problema y se nos dice que es posible aun para un elevado iniciado hijo de Dios desistir del sendero de la Realización. Su fracaso es, sin embargo, sólo temporario. Nuevas oportunidades aparecen. La consecuencia de su equivocación ha sido la demora, pero al día de la restauración y de la renovación se repetirá inevitablemente. En Virgo noso­tros hemos descrito la preparación para la primera iniciación, el nacimiento del Cristo, llamado en la cristiandad, el nacimiento de Cristo en el corazón. Esto es un acontecimiento en el plano físico como así también muy transcen­dental, como lo encontramos cuando estudiamos los signos de Virgo y Capricornio.

 

En Libra (22 septiembre ‑ 21 octubre*, la Balanza), Hércules captura al jabalí y a través de la realización de este trabajo, demuestra su aptitud para tomar la segunda iniciación, la que concierne al cuerpo emocional. El equi­libra los pares de opuestos y lo demuestra de una manera divertida y simbó­lica. Prueba que la estabilidad y el equilibrio tienen ahora características acabadas y que es apto para emprender la tremenda tarea preparada para él en el signo siguiente.

 

En Escorpio (23 octubre ‑ 22 noviembre*, el Escorpión), entra en su prueba suprema, que es también la prueba suprema para la humanidad, y que, si estudiamos los tiempos y estaciones, aparece como aquella a la que la humanidad está sometida en el presente. El problema que Hércules tenía por delante era su emancipación de la ilusión y la liberación de la percepción de las brumas y miasmas del espejismo y las apariencias detrás de las cuales la Realidad misma se oculta. En este signo él pasa exitosamente a través de su más grande prueba y de allí en adelante su problema cambia. Ha controlado el deseo y ha demostrado su capacidad para vencerlo; está estabilizado y equilibrado en su punto de vista; ahora, porque no es engañado más por las apariencias y porque puede caminar unidireccionalmente en la Luz, él se vuelve un trabajador del mundo.

 

 

Esta unidireccionalidad está demostrada para nosotros en Sagitario (23 noviembre ‑ 22 diciembre*, el Arquero), donde tenemos la consumación de la tarea empezada en Aries, que era el uso correcto y el control del pensa­miento. En Aries él capturó a las Yeguas Devoradoras de Hombres y la dedicó a su uso. Ahora ahuyenta a las aves de Estinfale, Devoradoras de Hombres y pone fin a todas las inclinaciones a usar el pensamiento destruc­tivo.

 

En Capricornio (23 diciembre ‑ 20 enero, la Cabra), se vuelve un iniciado y aparece ante el mundo como un salvador, un liberado hijo de Dios, capaz de trabajar en el Infierno, en la Tierra o en el Cielo. Saca a Cerbero del Hades, y a través del simbolismo del perro de tres cabezas, retrata la elevación al Cielo de la personalidad, el triple aspecto material. Así demuestra que ha logrado el desarrollo necesario y experimentado las pruebas fortalecedoras que lo capacitarán exitosamente para pasar a través de la: experiencia de la tercera iniciación, la de la Transfiguración.

 

Los dos signos siguientes, Acuario y Piscis, nos muestran al liberado Hércules en su trabajo, la salvación del mundo. Sus pruebas no son más personales e individuales, sino que son universales en su aplicación y nos demuestran la inclusividad de la conciencia y la vastedad de los métodos empleados por el discípulo que ha trepado la montaña en Capricornio y no tiene más problemas personales.

 

En Acuario (21 enero ‑ 19 febrero*, el Aguador), Hércules, limpió los establos de Augías desviando un río a través de ellos. Estos no habían sido limpiados por muchos años. Así él vertió simbólicamente las aguas purifica­doras en servicio del hombre. Este es el importante signo en el cual estamos entrando ahora; el más bajo de todos los trabajos cae dentro de este signo, próximo al más culminante de todos los trabajos. Uno puede pensar con reverencia en Jesús el Cristo lavando los pies de sus discípulos, después de seguir al hombre con el cántaro de agua en sus hombros, dentro de la habitación superior.

 

En Piscis (20 febrero ‑ 20 marzo*, los Peces), encontramos por contraste el símbolo más elevado, pues aquí Hércules capturó el Rebaño Colorado, lo colocó en una copa de oro (el Santo Grial), y lo llevó hasta el Templo. Tal es la belleza que corona al signo en que el hombre se vuelve un salvador del mundo, habiendo sido redimido y trascendido todo lo que es animalidad. (Interpolado).

 

Este corto análisis de los doce trabajos, nos dará un cuadro algo sintético del trabajo hecho por cada discípulo que está realmente dispuesto a perse­verar a medida que progresa de Aries a Piscis. Es un arduo trabajo, lento y llevado adelante con grandes dificultades, y a menudo en ciega ignorancia de las fuerzas liberadas y de los resultados que se lograrán. Pero paso a paso el aspirante es conducido a lo largo del sendero del autoconocimiento. Su carácter y su naturaleza han sido probados y ensayados hasta que las cualidades que caracterizan la forma, han sido transmutadas en aquellas que revelan el alma.

 

 

 

*  Las fechas que se dan son aproximadas, ellas pueden variar de acuerdo a diferentes autoridades.

 

 

 

 

 

EL UNICORNIO